Por Redacción Fecha: 13 de diciembre de 2025 | Hora: 19:45 hrs.
Lo que parecía una batalla ganada en la década de los 90 ha regresado como una pesadilla para el campo mexicano en este cierre de 2025. La reaparición y propagación del gusano barrenador del ganado (Cochliomyia hominivorax) ha dejado de ser una nota al pie en los reportes de sanidad animal para convertirse en una amenaza inminente para la economía de las familias mexicanas.
Mientras los consumidores se preparan para las festividades decembrinas, donde el consumo de proteína animal alcanza su pico anual, la industria cárnica enfrenta una crisis silenciosa pero devastadora. No se trata solo de la salud de los animales; se trata de un golpe directo al bolsillo. La negligencia en los controles fronterizos y la rápida expansión de esta plaga auguran un inicio de 2026 con precios en los mostradores que podrían volverse prohibitivos para la clase trabajadora.
A continuación, analizamos los 5 puntos clave de esta crisis y por qué tu kilo de bistec o tu cena de Año Nuevo están en riesgo.
1. La biología del terror: ¿Qué es y por qué es letal?
Para entender la magnitud del problema económico, primero debemos entender al enemigo. El gusano barrenador no es un parásito común. Es la larva de una mosca que deposita sus huevos en heridas abiertas de animales de sangre caliente (incluyendo humanos). A diferencia de otras larvas que comen tejido muerto, estas devoran tejido vivo, causando infecciones masivas, dolor agónico y la muerte del animal en cuestión de días si no se trata.
La agresividad del gusano barrenador obliga a los ganaderos a implementar revisiones diarias y curaciones constantes, elevando los costos de producción de manera exponencial. Un hato infectado no es comercializable. Esto reduce drásticamente la disponibilidad de animales sanos para el rastro, rompiendo el primer eslabón de la cadena de suministro. Cuando la biología ataca la base productiva, el mercado reacciona con escasez y especulación.
2. El cierre de fronteras y el colapso de la exportación
México es uno de los principales exportadores de ganado en pie y carne hacia Estados Unidos. Sin embargo, los protocolos internacionales son estrictos: cero tolerancia al gusano barrenador. La detección de casos en estados que antes se consideraban libres de la plaga ha encendido las alarmas en el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA).
El riesgo de un cierre total o parcial de la frontera para el ganado mexicano es una bomba de tiempo. Si Estados Unidos bloquea la entrada de becerros mexicanos por miedo al contagio, se podría pensar erróneamente que esa carne se quedará en México y bajará de precio. La realidad es más cruel: el colapso de la industria exportadora descapitaliza a los grandes productores, quienes frenan la engorda y sacrifican inventarios, generando un desabasto a mediano plazo. Además, el estigma sanitario del gusano barrenador devalúa el producto nacional en los mercados globales, generando pérdidas millonarias que, invariablemente, se intentan recuperar subiendo los precios en el mercado doméstico.

3. La inflación «carnívora» en plena temporada alta
La ley de oferta y demanda es implacable. En diciembre, la demanda de carne de res y cerdo sube naturalmente por las posadas y cenas navideñas. Sin embargo, la crisis del gusano barrenador ha llegado en el peor momento posible. Los cercos sanitarios impuestos por el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (SENASICA) restringen la movilización de animales entre estados para evitar la dispersión de la mosca.
Esto significa que el ganado no está llegando a los centros de abasto con la fluidez habitual. Menos camiones llegando a los rastros de la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey se traduce en anaqueles vacíos o etiquetas con precios exorbitantes. Los carniceros de barrio ya advierten: el costo de traslado y las mermas por animales enfermos o en cuarentena por sospecha de gusano barrenador se trasladarán directamente al consumidor final. Comer carne podría volver a ser un lujo inalcanzable.
4. La crítica a la respuesta gubernamental: ¿Descuido o austeridad mal entendida?
México fue declarado libre de esta plaga en 1991 tras un esfuerzo titánico y costoso. ¿Cómo permitimos que regresara el gusano barrenador treinta y cuatro años después? Expertos señalan que el desmantelamiento de los sistemas de vigilancia epidemiológica y los recortes presupuestales al sector agropecuario en los últimos años debilitaron la «muralla sanitaria» en la frontera sur.
La entrada de ganado de contrabando desde Centroamérica, donde la plaga nunca se erradicó del todo, fue la puerta de entrada. La respuesta de las autoridades ha sido reactiva, no preventiva. Se han liberado moscas estériles (una técnica biológica de control), pero la dispersión del gusano barrenador avanza más rápido que la burocracia. La crítica es dura: se priorizaron obras faraónicas y programas asistencialistas, dejando desprotegida la soberanía alimentaria y la sanidad animal, pilares de la estabilidad de precios en la canasta básica.

5. El impacto devastador en el pequeño productor
Mientras las grandes corporaciones ganaderas tienen recursos para aislar y tratar a sus animales, el pequeño productor está en la lona. Para un campesino con cinco o diez vacas, la infección de una sola por gusano barrenador es una tragedia financiera. Los medicamentos, los polvos curativos y la mano de obra para vigilar las heridas son costos que no pueden absorber.
Muchos pequeños ganaderos están optando por vender sus animales a precios de remate antes de que se enfermen, o peor aún, ocultando la infección para evitar que sus hatos sean puestos en cuarentena, lo que solo propaga más la plaga. Este desorden en la base de la pirámide productiva asegura que la inestabilidad en el precio de la carne no será coyuntural de un mes, sino que podría extenderse durante todo el 2026. La erradicación del gusano barrenador no es cosa de días; requiere años y millones de pesos que hoy no están claros en el presupuesto.
Reflexión Final: Un costo que pagaremos todos
La reaparición del gusano barrenador no es solo una noticia de campo; es una alerta económica nacional. La seguridad alimentaria de México está comprometida por una plaga que debió quedarse en los libros de historia veterinaria.
Mientras los políticos debaten narrativas, en los corrales y en los mercados se vive la angustia. Si no se implementa una estrategia de emergencia con recursos extraordinarios y una cooperación real con los productores, el «cueste lo que cueste» dejará de ser una frase hecha para convertirse en el ticket que pagaremos cada vez que queramos llevar carne a nuestra mesa. La plaga avanza, y con ella, la inflación alimentaria.








