Una lucha enconada se está gestando en torno a la vacuna de la gripe porcina, y cuando esté disponible muchos países podrían optar primero por la protección de sus ciudadanos y evitar que se distribuya en el exterior.
Expertos advierten que durante una epidemia global, como la de ahora, los gobiernos pueden verse bajo mucha presión para vacunar a sus ciudadanos antes de que las compañías farmacéuticas manden las vacunas a otros países.
Esto no presagia nada bueno para muchas naciones, incluido Estados Unidos, que sólo produce 20% de las vacunas para la gripe que usa, o Gran Bretaña, que las importa en su totalidad. Estos y otros países podrían encontrarse con que sus contratos con las farmacéuticas no les garantizan suministros.
“Esto no es nada complicado”, dijo Michael Osterholm, director de un centro de estudio de enfermedades infecciosas en la Universidad de Minesota. “Si existe una enfermedad grave, los países van a querer quedarse con la vacuna para sus propios ciudadanos.”
Expertos pronostican que los políticos no podrán soportar la presión.
“Las consecuencias de mandar la vacuna a otro país cuando tu propia gente no la tiene serían devastadoras”, dijo David Fedson, un ejecutivo de la industria retirado.
Cerca de 70% de las vacunas del mundo se producen en Europa. Sólo una pequeña cantidad de países puede cubrir su propia demanda de vacunas. Estados Unidos cuenta con escasas instalaciones para hacer vacunas, y como las fábricas no pueden construirse de la noche a la mañana, no hay una salida fácil y rápida para aumentar el suministro.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) reportó cerca de 95.000 casos de fiebre porcina, incluyendo 429 muertes en el mundo. Si la gripe se torna aún más mortal en el invierno, la época más vulnerable del año para el Hemisferio Norte, es muy probable que los países pidan cualquier suministro disponible de la vacuna.
“Las vacunas de la pandemia van a ser un recurso escaso y valioso, como el petróleo o la comida durante una hambruna”, dijo David Fidler, un profesor de derecho de la Universidad de Indiana quien ha asesorado a la OMS. “Ya hemos visto cómo los países actúan en esas circunstancias y no es alentador”