La epidemia de influenza humana afectó la salud emocional de los capitalinos. Las compras de pánico, la negación de los hechos, crÃticas mordaces y desobediencia a las recomendaciones que hizo las secretarÃas de Salud federal y capitalina fueron sólo una forma de manifestar el temor de la gente ante la posibilidad de enfermar, e incluso de morir.
La directora del programa de Voluntad Anticipada de la SecretarÃa de Salud del Distrito Federal, Marisol Escamilla, explicó que durante la alerta sanitaria por la influenza, la ciudadanÃa experimentó un â??duelo colectivoâ? generado por el temor a la propia muerte.
Durante la contingencia que inició el 23 de abril y concluyó el 6 de mayo en la ciudad de México, se suscribieron ante notario público seis documentos de voluntad anticipada, que expresan el deseo de las personas a evitar la prolongación innecesaria de la vida en caso de una enfermedad terminal.
Para Marisol Escamilla, la tensión que se vivió en los dÃas por el temor de contraer el virus de influenza fue un factor para que las personas hablaran de su muerte y decidieran apegarse a la ley de Voluntad Anticipada.
Desde enero de 2008, fecha en la que entró en vigor la ley, se han suscrito 196 documentos ante notario, de los cuales 119 corresponden a mujeres y 77 al sexo masculino.
Las edades de las personas que se apegaron a esta ley van de los 51 a los 80 años, siendo el rango entre 61 y 70 años los que más solicitan el documento.
Según cifras de la SecretarÃa de Salud, en sus hospitales 17 personas con enfermedades terminales decidieron llenar el formato de Voluntad Anticipada, de ellas 70% ya falleció y el resto revocó este instrumento.
La directora del programa de Voluntad Anticipada también consideró necesaria la creación de un programa de salud emocional que ayude a las personas vulnerables a superar el shock que representa enfrentarse a un suceso desconocido, como la influenza H1N1.
Por ello, el área a su cargo ya prepara una estrategia para sensibilizar a los médicos cuando se presenten etapas de crisis como la que se vivió por la influenza A1H1. â??Esto nos servirá para dar apoyo en sucesos inesperados como desastres naturalesâ?, aseguró Marisol Escamilla.
Además, agregó la funcionaria, se planea atender sicológicamente a los familiares de los fallecidos, quienes se convirtieron en â??afectados indirectosâ? de la epidemia y de los cuales poco se ha hablado.
El 30 de abril el gobierno del Distrito Federal creó la Comisión de Apoyo a las VÃctimas de la Influenza, encargada de dar ayuda económica, legal y médica a los enfermos y sus familiares. A través de esta comisión también se canalizó el apoyo de 50 pesos diarios a los meseros y se debÃa ayudar a las familias con gastos funerarios, e incorporarlos a los programas sociales de la ciudad, siempre y cuando no fueran derechohabientes del Seguro Social o ISSSTE y comprobaran que el enfermo sufrÃa influenza.
Sin embargo, la ayuda se limitó, en el caso de la familia de Alejandro, quien murió de esta enfermedad, a la aplicación de antivirales a las personas que estuvieron cerca de él. Pero los daños emocionales que presenta la gente vinculada con los enfermos van desde ideaciones suicidas a rechazo a la realidad.
Estos sentimientos son los que hasta hoy ha detectado la Asociación Tech Palewi, quien ofrece ayuda sicológica a las familias de 10 de los fallecidos por influenza, sin importarle si son o no del Distrito Federal ni el hospital en el que perdieron la vida.
De la decena de familias que atiende la asociación, siete murieron en los servicios de salud pública de la ciudad, dos más son del estado de México y uno falleció en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias.
La subdirectora de la clÃnica de Atención Integral de la Asociación Tech Palewi, Guadalupe Majul, explicó que la culpa que sienten estas familias por la muerte de su ser querido y la discriminación de la que han sido objeto, son dos factores comunes en todos los casos. Asà que lamentó que las instituciones de salud mental hasta el momento, no hayan brindado ayuda.
â??Con el tiempo, la muerte es el menor de los problemas, porque los familiares tienen que enfrentar una realidad social que los victimizó y los discrimina, y a la vez tratar de aceptar la pérdida de un ser queridoâ?. Y para estos procesos, la gente debe acudir al sicólogo