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El salario mínimo en México se encamina a una nueva revisión para 2026 en un entorno complejo: inflación persistente, desaceleración económica, presión social por mejores ingresos y realidades productivas profundamente desiguales entre regiones. A diferencia de décadas pasadas, hoy existe un consenso político de que el ingreso básico debe crecer por encima de la inflación, pero la discusión real no es solo cuánto sube, sino hasta dónde puede sostenerse ese aumento sin dañar empleo, inversión y estabilidad.

El ajuste que se definirá en los próximos meses será producto del diálogo entre centrales obreras, cámaras empresariales y el gobierno federal, en el marco de la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos (Conasami). La expectativa ya está sobre la mesa: el incremento será superior a la inflación. La duda es si ese aumento será suficiente para mejorar el poder adquisitivo real o si solo alcanzará para evitar retrocesos.

Salario Mínimo
Salario mínimo: 6 claves críticas rumbo al ajuste 2026 en México 3

1. Un salario que ya no se congela, pero que aún no alcanza

Durante más de 30 años, el salario mínimo fue una variable sacrificada en nombre de la estabilidad macroeconómica. Entre los años ochenta y 2015, su poder de compra se desplomó. A partir de 2019 comenzó una política de recuperación con aumentos anuales históricos.

Hoy, aunque el ingreso mínimo ha crecido de forma sostenida, sigue sin cubrir plenamente la canasta básica ampliada en muchas regiones del país. Esto significa que millones de trabajadores continúan atrapados en un esquema donde el aumento nominal no siempre se traduce en bienestar real.


2. El 2026 y la mesa tripartita: obreros, patrones y gobierno

La negociación del salario mínimo para 2026 volverá a colocar frente a frente a tres fuerzas con intereses distintos:

  • Sindicatos, que presionan por aumentos reales ante el encarecimiento de alimentos, renta y transporte.
  • Empresarios, que advierten riesgos para las mipymes, el empleo formal y la competitividad.
  • Gobierno, que busca mantener la ruta de recuperación salarial sin provocar distorsiones económicas.

La fórmula política es clara: el incremento será superior a la inflación. La fórmula técnica, sin embargo, aún no está escrita.


3. México no tiene un solo salario: el factor de las zonas económicas

El salario mínimo no es homogéneo en todo el país. Actualmente, existen dos grandes zonas salariales:

  • Zona Libre de la Frontera Norte, con un salario considerablemente más alto.
  • Resto del país, donde el ingreso mínimo es menor.

Esta diferenciación reconoce que el costo de vida, la dinámica económica y la presión de los mercados internacionales no son iguales en Tijuana que en Oaxaca, en Ciudad Juárez que en Chiapas.

Para 2026, esta brecha regional volverá a ser un punto de tensión: elevar demasiado una zona sin ajustar la otra puede profundizar desigualdades; elevar ambas sin control puede generar presiones inflacionarias regionales.


4. Aumentar por encima de la inflación: ¿real avance o equilibrio frágil?

El gobierno ha reiterado que el salario mínimo seguirá aumentando por encima de la inflación. Esto, en teoría, garantiza recuperación del poder adquisitivo. En la práctica, los efectos son mixtos.

Por un lado:

  • Mejora el ingreso directo de millones de trabajadores.
  • Fortalece el consumo interno.
  • Reduce parcialmente la pobreza laboral.

Por otro:

  • Eleva costos para pequeñas empresas.
  • Presiona precios en algunos sectores.
  • Incentiva informalidad si no va acompañado de políticas de productividad.

El salario puede subir, pero si la inflación de alimentos, vivienda y servicios rebasa ese crecimiento, la ganancia real se diluye.


5. El impacto desigual en sectores productivos

El salario mínimo no impacta igual a todos los sectores. Industrias intensivas en mano de obra —como comercio, servicios, agricultura, limpieza, manufactura ligera— resienten con mayor fuerza cada ajuste.

Las grandes empresas pueden absorber incrementos con mayor facilidad. Las micro y pequeñas, que concentran buena parte del empleo, enfrentan márgenes cada vez más ajustados. Esto explica parte de la resistencia empresarial, que no siempre es ideológica, sino de sobrevivencia financiera.


6. El dilema de fondo: ingreso digno vs. crecimiento económico

El debate del salario mínimo para 2026 no es solo técnico, sino profundamente político y social. En el centro está una pregunta que México arrastra desde hace décadas:

¿Se puede pagar mejor sin frenar el crecimiento?

Los defensores del aumento sostienen que no hay crecimiento sostenible con trabajadores pobres. Sus críticos advierten que elevar salarios por decreto sin elevar productividad genera distorsiones.

La realidad es que el salario no puede cargar solo con el combate a la pobreza. Requiere una estrategia integral: educación, innovación, inversión, formalidad, seguridad y desarrollo regional.


Lo que realmente estará en juego en 2026

Cuando se anuncie el nuevo ajuste del salario mínimo, la discusión pública se centrará en el porcentaje. Pero el verdadero debate será otro:

  • ¿Está cerrándose realmente la brecha entre ingreso y costo de vida?
  • ¿Se está fortaleciendo al trabajador sin debilitar al pequeño empleador?
  • ¿Se están reduciendo las desigualdades regionales o solo desplazándolas?

El salario es un termómetro económico, pero también un símbolo político. Cada peso que sube lleva consigo expectativas, tensiones y promesas.


Conclusión

El salario mínimo rumbo a 2026 no será una simple cifra negociada en una mesa técnica. Será el reflejo de un país que intenta equilibrar justicia social, estabilidad económica y realidades productivas profundamente distintas entre regiones.

El aumento por encima de la inflación parece garantizado. Lo que no está garantizado es que ese incremento, por sí solo, transforme de fondo la vida de millones de trabajadores. La discusión está abierta, y lo que se decida marcará no solo el siguiente año, sino una parte importante del rumbo laboral de México.

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