Por Redacción 17 de diciembre de 2025
Guardia Nacional es el nombre que, en teoría, debería ser sinónimo de tranquilidad al tomar el volante y salir a las autopistas de México. Sin embargo, para millones de automovilistas y transportistas, estas dos palabras evocan una mezcla de esperanza y escepticismo. En un país donde la movilidad terrestre es la columna vertebral de la economía y el turismo, la seguridad vial ha dejado de ser un asunto de tráfico para convertirse en un tema de supervivencia nacional.
Con el inicio de las temporadas altas de movilidad y el flujo constante de mercancías, la presencia de la autoridad en la cinta asfáltica es más escrutada que nunca. La promesa gubernamental fue clara: sustituir a la extinta Policía Federal con un cuerpo más disciplinado, menos corrupto y más eficaz. Pero, ¿se ha cumplido esa promesa? A continuación, desglosamos los seis retos monumentales que enfrenta la corporación para pasar de la presencia física a la seguridad efectiva.
1. De la presencia estética a la disuasión real
Uno de los críticas más recurrentes por parte de expertos en seguridad es que la estrategia actual parece privilegiar la «estética» sobre la táctica. Es común ver patrullas de la Guardia Nacional estacionadas en las casetas de cobro o circulando en convoyes a plena luz del día en tramos muy visibles. Si bien esto genera una percepción momentánea de seguridad, las estadísticas delictivas sugieren que no es suficiente para disuadir al crimen organizado.
Los asaltos violentos ya no ocurren solo en la oscuridad de la noche ni en caminos rurales abandonados; suceden a plena luz del día en autopistas de cuota. La crítica radica en la falta de patrullaje dinámico e inteligencia operativa. El delincuente sabe dónde están las patrullas estáticas y simplemente opera unos kilómetros más adelante. Para garantizar la seguridad, la corporación debe abandonar la comodidad de las casetas y adentrarse en los tramos ciegos, ahí donde la señal de celular falla y el ciudadano es más vulnerable.
2. Los «Triángulos de las Bermudas» carreteros
Existen tramos en la red carretera nacional que se han convertido en leyendas negras. Zonas como la autopista México-Querétaro, el Arco Norte, la Puebla-Veracruz (Cumbres de Maltrata) y los límites entre Zacatecas y San Luis Potosí son puntos donde la ley parece desvanecerse. En estas áreas, la Guardia Nacional enfrenta el reto de recuperar el control territorial que, de facto, ha sido usurpado por bandas dedicadas al robo de carga y al secuestro exprés.
No basta con poner conos naranjas y reducir la velocidad. Se requiere una estrategia de intervención agresiva que desarticule a las bandas locales que operan con total impunidad, utilizando bloqueos con piedras, láseres y falsos retenes. La ciudadanía exige saber por qué, si estos «puntos rojos» están tan bien identificados en los mapas de calor delictivo, siguen siendo trampas mortales año tras año.
3. El talón de Aquiles: El robo al autotransporte
Si el turista tiene miedo, el transportista vive en terror. La Cámara Nacional del Autotransporte de Carga (CANACAR) ha levantado la voz en innumerables ocasiones exigiendo resultados. El robo a transporte de carga no solo encarece los productos que llegan a tu mesa, sino que cuesta vidas de operadores. Aquí, la labor de la Guardia Nacional es fundamental pero, hasta el momento, insuficiente.
Los modus operandi han evolucionado: ahora utilizan inhibidores de señal GPS (jammers) de alta potencia y vehículos clonados que simulan ser patrullas oficiales. La respuesta de la autoridad ha sido lenta ante esta sofisticación tecnológica. Se necesita una unidad especializada dentro de la corporación que entienda la logística del transporte y que pueda reaccionar en tiempo real ante la desaparición de una señal satelital, en lugar de llegar solo a levantar el reporte del robo horas después.

4. La sombra de la corrupción y la confianza
La creación de la Guardia Nacional tuvo como eje central erradicar los vicios de la antigua Policía Federal de Caminos, famosa tanto por su pericia al volante como por sus prácticas de extorsión («mordidas»). Sin embargo, cambiar el color del uniforme no cambia automáticamente la naturaleza humana ni las tentaciones del poder.
En fechas recientes, han surgido denuncias ciudadanas en redes sociales que exponen a elementos de la corporación solicitando dádivas para «perdonar» infracciones inventadas o reales. Este es un punto crítico: si el ciudadano ve al guardia como un recaudador ilegal y no como un protector, la estrategia de proximidad social fracasa. La institución debe aplicar controles de confianza rigurosos y sanciones ejemplares. La seguridad en carreteras no puede coexistir con la extorsión; son mutuamente excluyentes.
5. Capacitación especializada vs. Militarización
Patrullar una carretera federal requiere un conjunto de habilidades muy específicas que difieren del combate urbano o la vigilancia de instalaciones. Se necesita conocimiento profundo del Reglamento de Tránsito, peritaje en accidentes, manejo defensivo a alta velocidad y primeros auxilios. Una crítica constante es que muchos elementos de la Guardia Nacional, provenientes de la Policía Militar o Naval, carecen de esta formación técnica especializada en seguridad vial.
Un soldado entrenado para la guerra no es necesariamente un buen policía de caminos. La falta de pericia se nota en la gestión de accidentes y en la fluidez del tráfico. Para que las carreteras sean seguras, se necesita profesionalizar a los elementos en la naturaleza civil de las vías de comunicación. No se trata solo de tener armas largas, se trata de saber gestionar una vía de comunicación vital.
6. Tecnología y tiempos de respuesta
En la era digital, la seguridad no puede depender solo de los ojos del conductor de la patrulla. La Guardia Nacional debe integrar sistemas de videovigilancia interconectados, drones de largo alcance y arcos carreteros funcionales que detecten vehículos con reporte de robo al instante.
Actualmente, el tiempo de respuesta ante una llamada de emergencia al 911 en carretera sigue siendo una ruleta rusa. Pueden pasar minutos vitales o horas antes de que llegue una unidad. La coordinación entre los centros de mando (C5) estatales y las unidades en campo de la Guardia presenta lagunas operativas graves. La tecnología existe, pero la integración y la voluntad de usarla para la reacción inmediata es la pieza faltante en el rompecabezas de la seguridad.
Conclusión: Exigir resultados, no promesas
Viajar por carretera en México no debería ser un deporte extremo ni una actividad de alto riesgo. La libertad de tránsito está consagrada en la Constitución, pero en la práctica, está coartada por el miedo.
La Guardia Nacional tiene el presupuesto, el mandato legal y la fuerza humana para cambiar esta realidad. Sin embargo, mientras la estrategia se limite a la presencia disuasiva pasiva y no a la desarticulación activa de las bandas criminales, las carreteras seguirán siendo tierra de nadie.
Como ciudadanos y viajeros, debemos mantener la exigencia alta. No queremos solo ver las patrullas pasar; queremos llegar con bien a nuestro destino. La seguridad carretera es la prueba de fuego de la pacificación del país, y hasta ahora, el semáforo sigue en ámbar preventivo, rozando peligrosamente el rojo.








