El papa Benedicto XVI denunció este lunes en Roma “el egoísmo” y la “especulación” con los alimentos considerados “mera mercancía”, en un discurso pronunciado ante más de 60 jefes de Estado y de gobierno que asisten a la cumbre contra el hambre convocada por la FAO. Persisten “modelos alimentarios orientados al mero consumo (…) así como el egoísmo, que permite a la especulación entrar incluso en los mercados de los cereales, tratando a los alimentos con el mismo criterio que cualquier otra mercancía”, afirmó el Papa.
“La convocatoria de esta cumbre es ya un testimonio de la debilidad de los actuales mecanismos de la seguridad alimentaria y la necesidad de una revisión de los mismos”, destacó el pontífice. El jefe de la Iglesia católica criticó el hecho de que el hambre sea considerado como un fenómeno “estructural, parte integrante de la realidad socio-política de los países más débiles, objeto de un sentido de resignada amargura, si no de indiferencia”, dijo.
“El hambre es el signo más cruel y concreto de la pobreza”, clamó.
Benedicto XVI, que se presentó con su tradicional vestimenta blanca, criticó también “las subvenciones” que otorgan los países ricos a sus productos y pidió que se favorezca “el acceso al mercado internacional de los productos provenientes de las áreas más pobres” como medida para combatir el hambre y la pobreza en el mundo. “El hambre es el signo más cruel y concreto de la pobreza. No es posible continuar aceptando la opulencia y el derroche”, dijo Benedicto XVI, en un discurso de tonos fuertes en el que recordó en varias ocasiones su última encíclica.
El Papa invitó a la comunidad internacional a superar “las diferencias entre países con diferente nivel de desarrollo” y a establecer parámetros nuevos “éticos”, “jurídicos” y “económicos” para reactivar la cooperación internacional. “Si se busca la eliminación el hambre, la acción internacional está llamada no sólo a favorecer el crecimiento económico equilibrado y sostenible y la estabilidad política, sino también a buscar nuevos parámetros –necesariamente éticos y después jurídicos y económicos– que sean capaces de inspirar la actividad de cooperación para construir una relación paritaria entre países que se encuentran en diferentes grados de desarrollo”, dijo.
Para el pontífice, todos los países tienen el derecho de “definir su propio modelo de desarrollo económico” y “en dicha perspectiva, la cooperación debe llegar a ser un instrumento eficaz, libre de vínculos e intereses que puedan restar una parte nada despreciable de los recursos destinados al desarrollo”. Por ello invitó a dar prioridad a la persona humana y a la actividad agrícola, favoreciendo el acceso al mercado de productos provenientes de zonas pobres para lo cual “es necesario rescatar las reglas del comercio internacional de la lógica del provecho como un fin en sí mismo”, subrayó.
El jefe de la iglesia católica, tradicionalmente sensible a los temas ecológicos, clamó ante la comunidad internacional reunida en la FAO por un cambio de mentalidad en el uso del medio ambiente. “El deseo de poseer y de usar en manera excesiva y desordenada los recursos del planeta es la primera causa de toda degradación ambiental”, dijo.
“El cuidado ambiental se presenta como un desafío” al que para enfrentarlo “no bastan normativas, legislaciones, planes de desarrollo e inversiones, hace falta un cambio en los estilos de vida personales y comunitarios”, lanzó Benedicto XVI.