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Miguel Hidalgo y Costillas

By marzo 21, 2010No Comments

Padre de la Patria, iniciador de la Independencia de México. Fue el segundo hijo de Don Cristóbal Hidalgo y Costilla y de Doña Ana María de Gallaga. Nació el 8 de mayo en la hacienda de Corralejo, jurisdicción de Pénjamo, Guanajuato.

Sus primeros años los pasó en la misma hacienda de Corralejo, de la cual era su padre administrador y en seguida pasó a estudiar a Valladolid (Morelia), en el Colegio de San Nicolás.

En ese mismo colegio, al crecer, dio cursos de filosofía y teología; llegó a ser rector del establecimiento en 1791. Por su talento, los colegiales le pusieron por apodo el “Zorro”. Recibió el grado de bachiller en teología en la ciudad de México, en 1773, y se ordenó sacerdote en 1778. Sirvió en varios curatos, y a la muerte de Joaquín, su hermano mayor, se le dio el del pueblo de Dolores. Traductor del francés, se aficionó a la lectura de obras de artes y de ciencias, y tomó con empeño el fomento de varios ramos agrícolas e industriales en su curato.

La fracasada conspiración de Valladolid, ocurrida en 1809, solapada, se refugió en Querétaro y allí cobró fuerzas; la protegía el corregidor Don Miguel Domínguez, y en 1810 reclutaba partidarios mientras llegaba la hora de mostrarse abiertamente. Se ignora cuándo se unió Hidalgo a los conspiradores, pero él reconoció después que trataba con Allende, “con quien había tenido anticipadamente varias conversaciones acerca de la independencia, sin otro objeto por su parte que el de un puro discurso; pues sin embargo de que estaba persuadido que sería útil al reino. Nunca pensó entrar en proyecto algunoâ?.

Hidalgo, pues, sabía de la conjura, pero no se afiliaba. y así corrió el tiempo hasta que, a principios de septiembre de 1810, por instancias de Allende, Hidalgo se decidió y comenzó a trabajar en el logro de la empresa. Entretanto, la conspiración fue descubierta a las autoridades, y los conjurados fueron reducidos a prisión. Hidalgo supo vagamente de la denuncia hacia el 12 o 13 de septiembre pero sólo hasta la madrugada del día 16 supo del curso de los acontecimientos.

Era domingo, y más temprano de lo acostumbrado, se llamó a misa en la parroquia; comenzaba la lucha por la Independencia. El mismo día 16 salieron Hidalgo y los suyos de Dolores. Marcharon a San Miguel el Grande, y al anochecer entraron en la población. Allí se les unió el Regimiento de la Reina, y en el camino se les unió una multitud de gente del campo, principalmente indios, armados con flechas, palos, hondas e instrumentos de labranza.

Al pasar por Atotonilco, Hidalgo encontró una imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, la hizo suspender del asta de una lanza, y aquel fue el estandarte del ejército. El 22 de septiembre, con asistencia del Ayuntamiento de Celaya, fue nombrado Hidalgo general y quedó investido del mando supremo del ejército, que ya sumaba 50 mil hombres.

Con aquellas fuerzas se avanzó sobre Guanajuato, y el 28 cayó en sus manos la ciudad. El obispo electo de Michoacán, Abad y Queipo, declaró excomulgados a Hidalgo, Allende, Aldama y Abasolo. Hidalgo, para defenderse, escribió tiempo después un manifiesto, donde también proponía la reunión de los representantes de las ciudades, villas y lugares, formando unas Cortes que dieran leyes sabias y apropiadas a las necesidades de los pueblos.

En Acámbaro el capitán general fue declarado generalísimo, con mayores facultades y distinciones. El ejército siguió para Maravatío, Tepetongo, Hacienda de la Jornada, Ixtlahuaca y Toluca, y el 30 de octubre desbarató en el monte de las Cruces las fuerzas de Torcuato Trujillo, mandadas por el virrey Venegas para contenerlo. Con esta victoria quedó abierto el camino de la capital; Allende era de la opinión de que se avanzara sobre ella aventurando un golpe decisivo; Hidalgo se opuso alegando la falta de municiones, la pérdida sufrida en la batalla, que había infundido gran terror en la gente bisoña, la aproximación de las tropas realistas al mando de Calleja y de Flon, y el éxito dudoso de un combate contra la guarnición de la ciudad.

Sin hacer nada se estuvieron a las puertas de México hasta el 1 de noviembre, y el 2 comenzaron a retroceder por donde habían venido. A consecuencia de ello, perdieron la mitad de la gente por la deserción. Los insurgentes ignoraban el rumbo que traía el ejército realista y las operaciones que había ejecutado. Al amanecer del 7 de noviembre, en Aculco, fueron atacados, y se dispersaron completamente sin combatir, dejando en el campo sus equipajes y útiles de guerra.

Allende se retiró para Guanajuato, Hidalgo entró con cinco o seis personas en Valladolid, habiendo disminuido las numerosas fuerzas reunidas poco antes. La separación de los dos jefes tuvo por objeto poner en estado de defensa a Guanajuato, mientras la insurgencia se reorganizaba. Hidalgo resolvió marchar a Guadalajara con más de siete mil hombres.

Guanajuato se perdió el 25 de noviembre de 1810. Allende marchó a Zacatecas y de ahí a Guadalajara. Allí se intentó crear un gobierno del que Hidalgo era cabeza, con dos ministros, uno de “Gracia y Justicia” y otro denominado “Secretaría de Estado y del Despacho”. Hidalgo legislaba como suprema autoridad. Ordenó la publicación de El Despertador Americano y expidió, el 6 de diciembre, un decreto para abolir la esclavitud y los tributos.

Las fuerzas realistas llegaron a las cercanías de Guadalajara. En Puente de Calderón se enfrentaron a los insurgentes y los derrotaron. El ejército se desbandó. Hidalgo salió para Aguascalientes, y de ahí a Zacatecas. Lo alcanzó Allende en la hacienda del Pabellón, y el 25 de enero, en compañía de Arias y de otros jefes, depusieron al generalísimo del mando, reduciéndolo a un papel insignificante en realidad, aunque su destitución no se hizo pública y en apariencia conservaba su autoridad.

En Saltillo se determinó que los jefes principales, con la mejor tropa y el dinero, partiesen para Estados Unidos y, en el camino, fueron hechos prisioneros por los realistas el 21 de marzo, en las Norias del Baján.

Hidalgo fue llevado a Monclova, de allí salió el 26 de marzo por el Álamo y Mapimí, y el 23 de abril entró en Chihuahua. Se le formó proceso, que fue más lento que el de sus compañeros a causa de su condición de religioso. La sentencia de degradación sacerdotal se pronunció el 27 de julio y el 29 se ejecutó en el Hospital Real donde Hidalgo estaba preso.

El Consejo de Guerra condenó al reo a ser pasado por las armas, no en un paraje público como sus compañeros, y tirándole al pecho y no a la espalda, conservándose así la cabeza. Su cabeza, con las de Allende, Aldama y Jiménez, se pusieron en jaulas de hierro en los ángulos de la Alhóndiga de Granaditas de Guanajuato. El cuerpo tuvo sepultura en la tercera Orden de San Francisco de Chihuahua, y en 1824 fueron traídos el tronco y la cabeza a México, para enterrarlos con gran solemnidad. En la actualidad, sus restos descansan en la Columna de la Independencia de la ciudad de México.

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