Espero que, en el caso de Paulette, se haga justicia. Lo deseo fervientemente. Como ciudadano, como padre de familia. Como mexicano que quiere creer en las instituciones de su paÃs.
Pero, conmigo ya no cuenten para los pormenores del caso. Ya no más. Me duele profundamente cada uno de los detalles que, por otra parte, los medios escarban, separan, pulen y nos entregan, relucientes en su crudeza, todos los dÃas. Me lastima leer sobre la posición del cadáver, la expresión facial de la madre, los resentimientos del padre. Las suposiciones de las nanas. Los vecinos. Los amigos. Los parientes. Lo que tiene que decir cada uno de los involucrados tal vez sea de interés periodÃstico para muchos. Para mà no lo es. No me informen sobre la cantidad de personas que estuvo en el funeral. No me muestren una fotografÃa de una niña de cuatro años, muerta. Además de conmoverme hasta las lágrimas, confieso que me dan asco los medios que esperan vender más ejemplares a costa de nuestra inocencia. SÃ, de nuestra inocencia. De la inocencia de la sociedad mexicana, que a fuerza de sangre, desmembrados, decapitados, narcomantas y, ahora, niñas pequeñas, se está perdiendo poco a poco.
Porque en México, los medios no tienen empacho en publicar cualquier cosa. Cuando se les cuestiona, responden, ufanos y con la arrogancia de quien no considera que debe de hacerlo: -Estamos informando; -La sociedad tiene derecho a conocer el contenido de la narcomanta; -Las cabezas (â??extremidades cefáleasâ? las llamó Milenio) son nota informativa, y tenemos que cumplir con nuestro trabajo;-Los billetes ensangrentados son de interés público; -¿Cómo no entrevistar al Mayo Zambada?
Periodistas que un dÃa pueden actuar como meteorólogos expertos, al siguiente se convierten en doctores en sismologÃa, y la siguiente semana son peritos en criminalÃstica. Pontifican y especulan desde sus columnas, y tratan de arrancar la verdad en entrevistas insidiosas, siguiendo la lógica perversa de que a más sangre, más ventas. Viva la carroña. Si a esto añadimos un procurador inexperto y de lengua vivaz, podemos entender el linchamiento mediático hacia una madre que, hasta el momento, sólo ha cometido el error de no actuar de la manera en que un supuesto experto, coadyuvante, consideraba adecuada. Se refirió a ella como una mujer frÃa y calculadora, y destruyó al mismo tiempo la reputación de una persona que, hasta que no se demuestre lo contrario, se presume inocente. Y nos convirtió, a la vez, en jueces despiadados que están dispuestos a no creer en cualquier resultado que no sea el único que estamos esperando: que la madre es un monstruo. Y en este caso, la posición socioeconómica es, de nuevo, una presunción en su contra. Si se dictamina su inocencia, ésta será cuestionada: Claro, si son ricos. Tienen influencias.
Lo repito: conmigo ya no cuenten. Porque, para eso, para que algunos medios me sigan salpicando con la sangre con la que lucran, prefiero no saber. Prefiero pecar de inocente, de ingenuo, y confiar en las autoridades. Prefiero creer en el Estado de Derecho, en la legalidad, y la Justicia, que aprendà a respetar y desear en la escuela y en la casa paterna. Prefiero pensar en que la policÃa, el procurador, harán su trabajo con eficiencia y honradez, y llevarán la investigación hasta sus últimas consecuencias. Y que en el caso de que no puedan hacerlo, que no puedan dar resultados, entregarán su cargo con dignidad.
Si no se hace justicia, seré el primero en exigir, con todos los medios a mi alcance, la responsabilidad de los servidores públicos que no cumplan su trabajo de manera satisfactoria. Mientras tanto, ya no más, por favor. Respetemos las vidas que después de este circo han sido destrozadas y, sobre todo, dejemos descansar a esta pobre niña en paz
*Victor Beltri periodista critico observador, tiene su propio sitio http://www.victorbeltri.com