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Mafias

La cronica de como atraparon a Ignacio Nacho Coronel

By agosto 6, 2010No Comments

Ya iba para afuera, cortando cartucho y brincando entre muebles, entre barandales de madera y sillas rústicas de hierro, gritándole a Irán Quiñónez Gastélum, su escolta, para ubicarlo, para ordenarle que salieran por atrás, pero el hombre encargado de la seguridad personal de Nacho Coronel ya tenía a media docena de militares encima apuntándole a la cara.

Eran poco más de las 13:00 horas cuando el grito de los oficiales se escuchó en la entrada principal de la casa. â??¡Ejército mexicanoâ?¦ quieto, no se mueva! ¡Quieto!â?, le decían los militares a Quiñónez mientras su jefe, Ignacio Coronel Villarreal, era buscado por cinco elementos de tropa en la estancia de la casa de Colinas de San Javier, sobre la calle de Paseos del Parque.

Sobre la herradura que forman las calles de Madrigal y Paseos del Parque, en la zona residencial del municipio de Zapopan, los dos helicópteros Bell de la Fuerza Aérea Mexicana (FAM) seguían volando bajo, en círculos cerrados y con una dotación de francotiradores listos para disparar en caso de que alguno de los buscados lograra escapar. Pero ni Ignacio Coronel ni Quiñónez, su escolta, pudieron salir de la casa: el sicario y protector del capo fue sometido rápidamente por los soldados y Nacho Coronel llevó la peor parte. Momentos antes, éste le había disparado a la cara al teniente de Infantería que iba al frente del grupo de asalto para capturarlo. Murió al instante. Coronel siguió disparando su pistola automática y alcanzó a darle a un Sargento que cayó herido.

Pensó que con eso podía ganar metros, terreno, piso a los militares que creyó haber dejado atrás, pero se equivocó: el teniente al que había asesinado y el sargento herido estaban casi a la entrada de la casa, pasando la cochera, atravesando el primer patio, por eso creyó que podría huir si salía por una de las habitaciones del fondo, la que daba a otro patio más pequeño y luego a una cancha de tenis. Después lo esperaba un jardín y de inmediato la calle de Madrigal, a la que nunca llegó.

Porque antes se topó de frente con un segundo grupo de militares. La orden superior era la de detenerlo vivo, pero imperaron la situación real y la doctrina castrense: más que un narcotraficante o un delincuente, Ignacio Coronel se convirtió en un enemigo y como tal se le abatió cuando quiso enfrentar a balazos a los militares para escapar por la calle trasera. Fue acribillado de frente; cuando intentó disparar ya estaban cinco militares apuntándole. Tres de ellos abrieron fuego. Las ráfagas atravesaron a Coronel.

Su cuerpo quedó a medio escalón entre dos barandales de madera que asemejaban los límites de un potrero, con sus sillas y bancos de madera y hierro, con una mesa de cristal ocupada con vasos de unicel, latas de refresco y cerveza. Quedó a medio camino entre una cantina hecha de ladrillos rojos, un par de amplificadores negros y el desnivel que separa una parte de la sala y la estancia que lleva a las habitaciones del ala izquierda de la casa.

Fueron 10, quizá 12 minutos antes de que todo terminara. Las siguientes cuatro horas fueron de cateo, de levantamiento de pruebas y de recolección de objetos e información sobre el cártel de Sinaloa y sus operaciones en el Occidente del país.

OJOS EN EL CIELO
Los mandos de inteligencia militar y naval sabían que desde hace poco más de un año el narcotraficante Ignacio Coronel Villarreal, conocido como Nacho Coronel, vivía en Zapopan, Jalisco, municipio del que entraba y salía a placer protegido por policías de diversas corporaciones.

Esto no era nuevo. Desde 2006 un grupo de operadores y sicarios del cártel de los hermanos Beltrán Leyva se había trasladado al municipio de Zapopan para unirse estratégicamente a esa parte del cártel de Sinaloa que controlaba el paso de dinero, drogas, armas, personas, precursores químicos, vehículos y combustible por esos rumbos del país. En ese mismo año fueron detenidos cuatro familiares de los Beltrán Leyva en zonas residenciales de Zapopan. El propio Ignacio Coronel vivió más de tres años en la exclusiva zona de Puerta de Hierro, a escasos cinco kilómetros de la Base Aérea Militar Número Cinco, en ese municipio en donde se localiza también el Colegio del Aire. De ahí se mudó a Colinas de San Javier, ocupando con su gente cuatro casas ubicadas en sitios que le garantizaran el control de accesos y salidas en caso de urgencia.

De acuerdo con la Defensa Nacional, Ignacio Coronel controlaba los intereses del cátel de Sinaloa en los estados de Jalisco, Colima, Nayarit, Michoacán, Durango, Zacatecas y Coahuila. Cuando la guerra entre cárteles se agudizó, obligó a Coronel a moverse constantemente para evitar el acoso de sus enemigos. Al hacerlo entraba y salía de Jalisco esporádicamente hasta que su gente tomó el control de la plaza y le aseguró una permanencia menos turbulenta. Sin embargo, la detención en el norte del país de varios operadores de cárteles rivales que contaban con información sobre la posible ubicación de Coronel sirvió para aportar datos más precisos sobre el paradero del narcotraficante.

A todo esto se sumaron las escuchas telefónicas, las intervenciones de internet y la infiltración de militares encubiertos que hacían patrullajes esporádicos para ubicar las casas, fotografiarlas y llevar un seguimiento que permitiera un operativo casi perfecto: a los militares les tomó al menos una semana preparar con todo detalle el operativo para detener a Coronel luego de vigilar sus movimientos y los de tres grupos de sicarios que vivían en dos casas más localizadas en Colinas de San Javier. Sin embargo, los especialistas de las Secciones Séptima (Operaciones Contra el Narcotráfico), Segunda (Inteligencia Militar) y del Centro de Inteligencia Antinarcóticos (CIAN) del Estado Mayor de la Defensa Nacional (EMADEN) utilizaron un software simple y al alcance de todos, Google Earth, para ubicar con certeza al capo, conocer sus posibles rutas de escape y prevenir contingencias que involucraran a otros vecinos de la exclusiva zona de Colinas de San Javier. Con las imágenes allí captadas definieron la parte final del plan de operaciones para rodear por todos sus puntos vulnerables la casa del tercer hombre en importancia del cártel de Sinaloa.

Por ello los equipos especiales sabían muy bien que Nacho Coronel podía escapar de la casa de Paseos del Parque sólo por cuatro puntos y usando únicamente dos vías inmediatas de huída: la calle de Madrigal, a espaldas de su casa, en donde tenía una cancha de tenis y junto a esta un jardín de unos 200 metros cuadrados, y la propia Paseos del Parque, insegura y atestada, como seguramente estaría, de militares y policías si alguna vez llegaban a dar con su paradero.

Lo lógico sería que una vez alcanzada la calle de Madrigal, el siguiente objetivo fuera la avenida Juan Palomar Arias, que podía conducirlo hacia el municipio de Guadalajara. De cualquier modo, todos los posibles puntos de escape estaban cubiertos, y ni siquiera fue necesario extender el movimiento militar hacia las avenidas y calles de la zona residencial.

Minutos antes de ingresar a las casas, los militares detuvieron a los primeros dos sicarios, los vigías: sobre ellos había un seguimiento constante pues conocían bien los movimientos y los horarios de su jefe. Los detenidos sabían que Coronel estaba en la casa, acompañado únicamente por Irán Quiñónez Gastélum, y que no tenía planes para salir en las horas siguientes.

Al sobrevuelo de los helicópteros le siguieron el cierre gradual de las calles Paseo de los Parques, Avenida Patria, Juan Palomar Arias, Madrigal, Paseo de la Noria y Villa de la Colina. Luego, el arribo de tres grupos especiales de 50 elementos cada uno pertenecientes a la V Región Militar y, finalmente, los cortes de energía eléctrica y de la señal de internet.

En cuestión de minutos Ignacio Coronel y su gente quedaron aislados. Sin contacto entre ellos, sin el apoyo del resto de sus sicarios, el capo quedó inutilizado mientras las alas de los helicópteros sonaban cada vez más cercanas a los techos de las casas. La intervención militar fue precisa, pero la reacción de Ignacio Coronel, imprevista. Los militares que diseñaron el operativo estaban seguros de que al verse rodeado, superado en número y poder de fuego, Nacho Coronel se entregaría. El cálculo fue erróneo.

Una hora más tarde, con la situación bajo control y un capo muerto más, el presidente Felipe Calderón y su comitiva arribaban a Guadalajara para sostener un encuentro con empresarios y luego inaugurar el nuevo estadio de las Chivas. Mientras, la Sedena citaba a los medios de comunicación para una conferencia de prensa en la que se ofrecerían datos sobre la operación.

No hubo tal. El general Edgar Luis Villegas, subjefe Operativo de la Defensa Nacional, sólo leyó el comunicado de dos cuartillas y se retiró rápidamente del auditorio de la Sedena. El texto indicaba, en su parte final, que â??Nacho Coronel dirigía las actividades delictivas para su organización en el occidente de la República, que comprende los estados de Jalisco, Colima, Nayarit y parte de Michoacán, controlando el tráfico de Cocaína a través de la denominada Ruta del Pacíficoâ?.

El Departamento de Estado de los Estados Unidos, la Oficina de Asuntos Internacionales de Narcóticos y el Orden Público y el FBI ofrecían una recompensa de cinco millones de dólares por información que llevará a su captura, añadía el comunicado.

¿Quién era?
Ignacio Coronel Villarreal, mejor conocido como El rey del ice o El rey del crystal, nació el primero de febrero de 1954 en Veracruz, según datos del gobierno estadunidense, aunque sus contrapartes mexicanos lo ubican como oriundo de Canelas, Durango. De acuerdo con un informe de inteligencia del gobierno de Estados Unidos, desde 2008 se le consideró el capo más poderoso del país.

Sus orígenes en el narcotráfico se remontan a mediados de los años ochenta, cuando trabajó en Zacatecas para Amado Carrillo Fuentes. Desde la muerte de éste, en 1997, ha intentado mantenerse al margen de disputas y ha diversificado su red hacia la península de Yucatán y las costas de Sonora.

Ignacio Coronel fue identificado como el operador financiero de la desaparecida Federación, organización donde confluyeron hasta hace unos años los principales capos sinaloenses encabezados por Juan José Esparragoza Moreno, los hermanos Vicente y Rodolfo Carrillo Fuentes, Ismael El Mayo Zambada, Joaquín El Chapo Guzmán así como Arturo y Alfredo Beltrán Leyva.

Se encargaba de las operaciones del cártel de Sinaloa en la zona de Jalisco, Colima y Nayarit, principalmente. Ignacio Coronel enfrentaba órdenes de aprehensión por delincuencia organizada, narcotráfico e incluso tenía una orden de detención provisional con fines de extradición solicitada por el gobierno de Estados Unidos

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