Peña nieto es el Presidente de México. Cuestiono por qué me aterra tanto la idea y qué hacer al respecto.
A mí también me molesta el copete de Peña Nieto, sus incoherencias a la hora de hablar, el énfasis en su cara bonita y el matrimonio con una actriz de Televisa, pero son cuestiones secundarias. Más grave es su desempeño como gobernador del Estado de México, las violaciones graves a los derechos humanos del caso de Atenco, la impunidad con la que salió librado, las burlas a la libertad de expresión, la dudosa legitimidad de las elecciones, las estrategias siniestras para legitimar el uso de la fuerza y la manera en la que los medios de comunicación mexicanos manipulan la información en favor de una elite con gran poder político y económico. Sin embargo, es más importante reflexionar acerca del estado de la democracia en México y definir contra quién (o qué) es la verdadera lucha.
Dado que éste es un texto subjetivo, me limitaré a definiciones sencillas. La democracia liberal es un sistema en donde las decisiones se toman con base en la regla de mayoría y los gobernantes están sometidos a un control popular por medio de elecciones regulares y la presión de grupos de interés. La descripción nominal establece que los componentes mínimos de una democracia son sufragio universal; elecciones libres, justas y periódicas; más de un partido político y más de una fuente de información. Sin embargo, es útil ir más allá de una definición puramente minimalista y establecer qué variables, como la profundidad y la calidad de la democracia, son igual de importantes.
La democracia involucra más que elecciones justas y periódicas. Requiere la participación activa de los ciudadanos. Para esto, es necesaria una estructura institucional estable que asegure la libertad e igualdad de la población por medio del funcionamiento correcto y legitimo de sus instituciones y mecanismos. La cuestión no es si el peinado de Peña Nieto está bonito o feo, ni siquiera si las elecciones fueron legales o no. Partiendo del descontento que ocasionan el conjunto de acciones que llevaron a Peña Nieto a la presidencia, ahora las preguntas deben ser: ¿Existen en México instituciones democráticas que permitan el ejercicio de los derechos políticos de los ciudadanos? ¿Cómo fortalecer dichas instituciones para que la población tenga las herramientas para participar en las decisiones públicas?
En teoría, en un régimen democrático los ciudadanos tienen el poder de influenciar, monitorear y evaluar las acciones de los gobernantes. La democracia supone la existencia de herramientas para ejercer presión y llevar a cabo los intereses de los diferentes sectores de la población. Las instituciones democráticas facilitan la participación popular y fomentan niveles más altos de activismo social. Esta es una forma de impedir que las elites políticas y económicas controlen y manipulen las decisiones públicas. Para esto es necesario abrir canales institucionales, fomentar las prácticas democráticas, proveer información parcial y verdadera, así como incrementar las capacidades políticas de los individuos. La responsabilidad de dirigir un país no recae en aquellos que tienen altos grados de educación y conocimientos técnicos. La responsabilidad es de cada individuo preocupado por mejorar la calidad de vida de los mexicanos.
Está claro que queremos justicia, libertad, democracia y bienestar, pero hay que movilizarse para impulsar estos valores. Es momento de ejercer los derechos políticos y participar activamente en la toma de decisiones públicas. Que las quejas vayan acompañadas de actitudes propositivas. Que critiquen, cuestionen, reflexionen, opinen y participen. Protestar es útil y no es un delito, pero también hay que involucrarse de otras formas en el juego político. Aprovechar el momento y el despertar de la sociedad civil para articular esfuerzos con el objetivo de fortalecer los mecanismos institucionales para mejorar la calidad de la democracia en México. Está muy bien salir a la calle a manifestar la inconformidad, pero no es suficiente. Hay que utilizar este ímpetu para vigorizar el tejido social y participar activamente en la vida pública. Si los mecanismos institucionales no existen o son débiles, entonces el esfuerzo debe estar encaminado a crearlos y fortalecerlos. La oposición debe funcionar como un contrapeso.
Hay que cuestionar el sistema democrático actual y buscar que sea más inclusivo. Empezar a ejercer realmente nuestros derechos políticos y libertades civiles. Es necesario transformar las estructuras existentes en procesos que apoyen la creación de políticas participativas, responsivas y fomenten la rendición de cuentas. Las acciones públicas deben representar los intereses reales de la población, incluso la más marginada. Abandonemos la noción del individuo como un sujeto y considerémoslo un ciudadano con derechos políticos y capacidad de ejercerlos. El enemigo no es Peña Nieto, sino las practicas clientelistas, la desigualdad, la privación de las libertades, el abuso de la fuerza pública, la manipulación de los medios de comunicación y demás prácticas antidemocráticas. La democracia participativa debe ser un marco ideológico que guíe la lucha con el objetivo de crear y fortalecer canales institucionales que permitan la participación política, aunque Peña Nieto sea el Presidente. La lucha va más allá de la llegada al poder de una persona. Es más profunda. El objetivo no es quitar a Peña Nieto de la silla presidencial, sino articular esfuerzos para instalar en México una democracia participativa auténtica y funcional.
Por Ximena Toledo Rojas
Yo escribo para desahogarme, compartir lo que pienso e invitar a la reflexión. Escribo para mantener mi mente tranquila y ordenar mis ideas. Es simplemente otra forma de expresión, en mi caso, inminente. Hay en las letras una cuestión positiva que va más allá del simple escapismo mental: una turbulenta conmoción de ideas. Me mantengo al margen de cuestiones políticas, pero esta vez es inevitable y lo hago con humildad. En estas mañanas frías alemanas pasó el tiempo tomando café y leyendo las noticias mexicanas. Me trago pura angustia y confusión. Es un hecho que A mí también me molesta el copete de Peña Nieto, sus incoherencias a la hora de hablar, el énfasis en su cara bonita y el matrimonio con una actriz de Televisa, pero son cuestiones secundarias. Más grave es su desempeño como gobernador del Estado de México, las violaciones graves a los derechos humanos del caso de Atenco, la impunidad con la que salió librado, las burlas a la libertad de expresión, la dudosa legitimidad de las elecciones, las estrategias siniestras para legitimar el uso de la fuerza y la manera en la que los medios de comunicación mexicanos manipulan la información en favor de una elite con gran poder político y económico. Sin embargo, es más importante reflexionar acerca del estado de la democracia en México y definir contra quién (o qué) es la verdadera lucha.
Dado que éste es un texto subjetivo, me limitaré a definiciones sencillas. La democracia liberal es un sistema en donde las decisiones se toman con base en la regla de mayoría y los gobernantes están sometidos a un control popular por medio de elecciones regulares y la presión de grupos de interés. La descripción nominal establece que los componentes mínimos de una democracia son sufragio universal; elecciones libres, justas y periódicas; más de un partido político y más de una fuente de información. Sin embargo, es útil ir más allá de una definición puramente minimalista y establecer qué variables, como la profundidad y la calidad de la democracia, son igual de importantes.
La democracia involucra más que elecciones justas y periódicas. Requiere la participación activa de los ciudadanos. Para esto, es necesaria una estructura institucional estable que asegure la libertad e igualdad de la población por medio del funcionamiento correcto y legitimo de sus instituciones y mecanismos. La cuestión no es si el peinado de Peña Nieto está bonito o feo, ni siquiera si las elecciones fueron legales o no. Partiendo del descontento que ocasionan el conjunto de acciones que llevaron a Peña Nieto a la presidencia, ahora las preguntas deben ser: ¿Existen en México instituciones democráticas que permitan el ejercicio de los derechos políticos de los ciudadanos? ¿Cómo fortalecer dichas instituciones para que la población tenga las herramientas para participar en las decisiones públicas?
En teoría, en un régimen democrático los ciudadanos tienen el poder de influenciar, monitorear y evaluar las acciones de los gobernantes. La democracia supone la existencia de herramientas para ejercer presión y llevar a cabo los intereses de los diferentes sectores de la población. Las instituciones democráticas facilitan la participación popular y fomentan niveles más altos de activismo social. Esta es una forma de impedir que las elites políticas y económicas controlen y manipulen las decisiones públicas. Para esto es necesario abrir canales institucionales, fomentar las prácticas democráticas, proveer información parcial y verdadera, así como incrementar las capacidades políticas de los individuos. La responsabilidad de dirigir un país no recae en aquellos que tienen altos grados de educación y conocimientos técnicos. La responsabilidad es de cada individuo preocupado por mejorar la calidad de vida de los mexicanos.
Está claro que queremos justicia, libertad, democracia y bienestar, pero hay que movilizarse para impulsar estos valores. Es momento de ejercer los derechos políticos y participar activamente en la toma de decisiones públicas. Que las quejas vayan acompañadas de actitudes propositivas. Que critiquen, cuestionen, reflexionen, opinen y participen. Protestar es útil y no es un delito, pero también hay que involucrarse de otras formas en el juego político. Aprovechar el momento y el despertar de la sociedad civil para articular esfuerzos con el objetivo de fortalecer los mecanismos institucionales para mejorar la calidad de la democracia en México. Está muy bien salir a la calle a manifestar la inconformidad, pero no es suficiente. Hay que utilizar este ímpetu para vigorizar el tejido social y participar activamente en la vida pública. Si los mecanismos institucionales no existen o son débiles, entonces el esfuerzo debe estar encaminado a crearlos y fortalecerlos. La oposición debe funcionar como un contrapeso.
Hay que cuestionar el sistema democrático actual y buscar que sea más inclusivo. Empezar a ejercer realmente nuestros derechos políticos y libertades civiles. Es necesario transformar las estructuras existentes en procesos que apoyen la creación de políticas participativas, responsivas y fomenten la rendición de cuentas. Las acciones públicas deben representar los intereses reales de la población, incluso la más marginada. Abandonemos la noción del individuo como un sujeto y considerémoslo un ciudadano con derechos políticos y capacidad de ejercerlos. El enemigo no es Peña Nieto, sino las practicas clientelistas, la desigualdad, la privación de las libertades, el abuso de la fuerza pública, la manipulación de los medios de comunicación y demás prácticas antidemocráticas. La democracia participativa debe ser un marco ideológico que guíe la lucha con el objetivo de crear y fortalecer canales institucionales que permitan la participación política, aunque Peña Nieto sea el Presidente. La lucha va más allá de la llegada al poder de una persona. Es más profunda. El objetivo no es quitar a Peña Nieto de la silla presidencial, sino articular esfuerzos para instalar en México una democracia participativa auténtica y funcional.
Por Ximena Toledo Rojas