México no posee la infraestructura para desarrollar y, virtualmente, producir la vacuna contra el virus de influenza porcina. Sucede que hace 30 años el gobierno federal desmanteló dos institutos especializados y dejó de invertir en la creación de productos biológicos, mientras que apenas hace un año adquirió una planta para producir la vacuna contra influenza estacional. Lo anterior, a pesar de que desde 1999 la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha alertado con insistencia a las naciones a prepararse para una epidemia: una de sus recomendaciones fue crear laboratorios para desarrollar tratamientos de inmunización, con el objetivo vital de garantizar la disponibilidad de vacunas.
Los mayores productores de vacunas de influenza (aunque para la porcina aún no existe) son Australia, Canadá, Francia, Alemania, Japón y Estados Unidos. Se calcula que entre todos producen y distribuyen más de 262 millones de dosis, el 95% de las que se aplican anualmente. Los laboratorios de estos países tendrían la capacidad de desarrollar una vacuna para combatir el virus de la influenza porcina y una vez más México tendrá que depender de ellos.
Según puede constatarse en varios de sus documentos oficiales, a partir de 1999 la OMS mencionaba que en caso de una pandemia de influenza sería prioritario disponer de vacunas suficientes. En 2005 advirtió que menos de una decena de países disponían de empresas nacionales productoras de vacunas, lo cual provocaría que “la mayoría de los países en desarrollo no tendrán acceso a una vacuna durante la primera ola de la pandemia”.
A su vez, en el documento Consideraciones para la vacunación en caso de una epidemia de influenza, la Organización Panamericana de la Salud previó que “en caso de una pandemia se requerirá dos dosis para proteger a cada individuo, por lo cual se estima que sólo un 14% de la población tendría acceso a una vacuna en los primeros meses de la pandemia”.
Científicos consultados por la Unidad de Investigación de EL UNIVERSAL coinciden en que México tendría que estar desarrollando ya su propia vacuna contra la influenza porcina y no lo está haciendo. En América Latina, Brasil, en cambio, implementó un programa de monitoreo de los casos de influenza y fortaleció sus laboratorios dedicados a producir vacunas. De acuerdo con su Plan de Contingencia para Pandemia de Influenza, en 1998 -un año antes de las alertas de la OMS- el gobierno de ese país comenzó una estrategia para lograr autosuficiencia; entonces invirtió 150 millones de dólares para modernizar instalaciones y equipamientos de los laboratorios públicos que producen sueros y vacunas. Con un atraso ostensible, el gobierno mexicano dio los primeros pasos hace sólo un año, al comprar aquella planta.
El camino de la dependencia
Durante décadas el país tuvo un liderazgo en vacunas, mismas que se producían en los institutos nacionales de Higiene y de Virología, creados en 1956 y 1960, respectivamente. Aunque producían 90% de las vacunas requeridas, a partir de 1977 los fusionaron con otras dependencias del sector salud y en 1999 quedaron reducidos a dos áreas de una paraestatal creada por el gobierno de Ernesto Zedillo llamada Laboratorios de Biológicos y Reactivos de México, SA de CV (Birmex). De acuerdo con su página de internet, produce sólo dos de las 12 vacunas que incluye el esquema básico de vacunación.
Alejandro Alagón Cano, académico del Instituto de Biotecnología de la UNAM y especialista en la producción de sueros contra venenos, recuerda que el Instituto Nacional de Higiene “hacía vacunas de muy buena calidad, pero desde [Carlos] Salinas se le empezó a matar y se perdieron capacidades técnicas que teníamos como país”.
Leticia Cedillo, especialista investigadora del Cinvestav del Instituto Politécnico Nacional (IPN) especializada en virus, afirma que hace un par de años se solicitó a científicos mexicanos opinar sobre un proyecto para establecer una planta productora de vacuna contra influenza. “Muchos científicos veíamos que podía venir una epidemia de influenza. Por ello se consideraba prioritario contar con un laboratorio que trabajara en la creación de nuevas vacunas para reaccionar ante este tipo de emergencias”.
Fue hasta principios de 2008 que el gobierno mexicano anunció la adquisición de una planta, con la expectativa de elaborar 20 millones de dosis anuales, aunque en caso “de alguna emergencia” se tendría la capacidad de fabricar 60 millones. 2011 fue el año que se fijó para el inicio de operaciones.
En marzo pasado, además, se firmó un acuerdo con la trasnacional Sanofi Aventis para producir en México vacunas “ante el riesgo que representa la influenza y la influenza pandémica”, según declararon públicamente funcionarios federales. En tal ocasión, el secretario de Salud, José Ángel Córdoba Villalobos, reconoció que hace 30 años el país era autosuficiente en la producción de vacunas; “ahora se busca ser autosuficiente como en esos tiempos”.
De acuerdo con datos de la Secretaría de Salud, México compra cerca de 19 millones de dosis de influenza estacionaria cada año a un costo de 30 pesos cada una; es decir, invierte cerca de 570 millones de pesos tan sólo en esta vacuna. EL UNIVERSAL buscó al director general de Birmex, Samuel Ponce de León, para conocer si existe un plan tendiente a asegurar que en cuanto se desarrolle contra el nuevo virus de la influenza haya disponibilidad total y de producción nacional. Su respuesta fue que “no estaba autorizado para dar entrevistas”. Otros funcionarios de la secretaría tampoco respondieron a la petición de entrevista.
Necesidades emergentes
Aún es pronto para saber cuántas dosis de vacunas contra el nuevo virus se requerirían en México, explica Esther Orozco, directora del Instituto de Ciencia y Tecnología del Distrito Federal (ICyTDF), pues es necesario saber cuál es la población que podría ser más susceptible. Y mientras estos estudios se realizan, apunta, es prioritario iniciar la investigación para que el país pueda desarrollar su propia vacuna.
Por separado, los gobiernos federal y del DF convocaron a científicos mexicanos a actuar de manera urgente. El martes anterior unos 12 especialistas en virología acudieron a una reunión en las instalaciones de Birmex, donde según algunos asistentes se expuso la necesidad de crear técnicas rápidas de diagnóstico, nuevos antivirales y la urgencia de la vacuna. Además, se anunció que Conacyt lanzaría una convocatoria para apoyar proyectos enfocados a investigar el nuevo virus.
El gobierno de la ciudad de México convocó a un grupo de científicos de varios centros de investigación a desarrollar un método de diagnóstico y una vacuna. El ICyTDF destinará 30 millones para apoyar la investigación científica que permita desarrollar métodos de diagnóstico, una vacuna y otros proyectos semejantes. Aparte, estableció contacto con el investigador Craig Venter, uno de los pioneros en el estudio del genoma humano, para que científicos mexicanos participen en la secuenciación genética de las cepas del virus de influenza porcina.
Rosa María del Ángel, especialista en virología del Cinvestav y una de los convocados por el gobierno capitalino, señala que poseer la secuencia genética del virus sería el primer paso para hacer una vacuna, y que después tendrán que desarrollarse los antígenos, hacerse pruebas en laboratorio con animales y probarla en humanos, todo bajo las normas de la OMS.
“Esta epidemia ha puesto sobre la mesa la necesidad de que el país desarrolle sus propias vacunas contra la influenza”, comenta la especialista, lo cual tardaría no menos de cinco meses.
Selene Zárate, investigadora en genómica de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, considera que debe valorarse, asimismo, la necesidad de un centro dedicado a enfermedades emergentes, con capacidad de reacción rápida, métodos efectivos de diagnóstico y vacunas, de acuerdo con los lineamientos internacionales