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Otrora un pueblo polvoriento a seis horas de auto de Bogotá y epicentro de la guerra entre el Estado, la guerrilla y los paramilitares, Puerto Gaitán se transformó de la noche a la mañana cuando hace 13 años se descubrió una reserva de petróleo. Al compás del bombeo del oro negro abrieron nuevos negocios, florecieron los hoteles, llegaron a cantar estrellas del pop internacional y se construyeron fastuosos edificios donde antes sólo había calles de tierra y casas modestas.
En poco tiempo, la población se multiplicó y esta localidad de 5.000 habitantes llegó a tener 45.000 residentes.
Ahora, con el precio del crudo en picada, muchos preparan las maletas y se preguntan qué les deparará el futuro, un interrogante que atormenta a numerosas regiones de América Latina que enfrentan tiempos duros a raíz del desplome de la industria petrolera.
“Las cosas van mal, pero no hemos tocado fondo todavía”, afirma Edgar Candelo, que perdió su trabajo como conductor de un camión cisterna en Rubiales, el campo petrolero más grande del país y de donde sale un cuarto del crudo de Colombia. Con 46 años y sin perspectivas a la vista, no ha tenido más remedio que aceptar un trabajo a 100 kilómetros de distancia y con la mitad de salario.
Una conmoción similar se vive en otras zonas de América Latina donde los precios del petróleo han caído casi a la mitad desde septiembre y amenazan con tumbar el auge económico de la última década. Los gobiernos de izquierda de la región, que durante la época de bonanza derrochaban en programas sociales que los apuntaló en el poder, ahora se encuentran en la difícil posición de tener que recortar los presupuestos en medio de crecientes tensiones sociales.
En toda la región, desde la Patagonia a México, donde el gobierno lanzó una histórica reforma petrolera, el nerviosismo es palpable. Se están abandonando proyectos de perforación que proliferaron durante la última década y el Bank of America redujo de 1,8% a 1,3% su previsión de crecimiento este año para la región.
En Colombia, la producción de petróleo se había duplicado los últimos siete años hasta llegar al millón de barriles diarios. El ejército expulsó a guerrilleros y paramilitares y las compañías petroleras se lanzaron a explotar zonas que hasta entonces estaban en disputa. Importador neto de petróleo hasta no hace mucho, Colombia llegó a ser el quinto mayor proveedor de los Estados Unidos. Impulsada por la producción de petróleo casi récord, su PIB creció un 4,8 % el pasado año, el ritmo más rápido entre las principales economías de América Latina.
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