De Galileo a la genética, la Iglesia católica ha bailado con la ciencia, a veces en un tango de alta tensión, pero con más frecuencia en un vals comprensivo. El papa Francisco está por introducir un nuevo giro: calentamiento global.
El campo de la genética lo inició el clérigo católico Gregor Mendel. Aspectos completos de astronomía, incluso el génesis de la teoría del Big Bang, comenzaron con miembros del clero católico. Aunque algunas religiones rechazan la evolución, el catolicismo lleva 65 años diciendo que encaja con la historia de la creación.
Pero cuando los laicos piensan en la Iglesia y la ciencia, algo suele venir a la mente: la persecución por herejía de Galileo Galilei.
La Iglesia católica “tiene una relación inconsistente y no siempre agradable con la ciencia”, dijo el historiador de ciencia John Heilbron, quien escribió la biografía de Galileo. Pero después de palomear algunos de los avances científicos que la Iglesia patrocinó, el profesor emérito retirado de la Universidad de California en Berkeley agregó, “quizá en balance, el intercambio de la Iglesia católica con lo que llamamos ciencia es bastante bueno”.
La Iglesia católica enseña que la ciencia y la fe no se contradicen. Después de una tibia oposición a la teoría de la evolución a finales del siglo XIX, el Vaticano aceptó el campo de la ciencia. Hay discusiones que permanecen sobre la ética de las prácticas científicas y médicas – como el aborto y utilizar células madre de embriones – pero es más una cuestión de moralidad.
“El Big Bang, que ahora se da por sentado que es el origen del mundo, no contradice el acto divino de la creación, sino que más bien lo necesita”, dijo el papa Francisco el pasado octubre, en alusión a comentarios hechos por sus predecesores. “La evolución de la naturaleza no se contradice con la noción de creación, ya que la evolución presupone la creación de seres que evolucionan”.
Con esta historia complicada, el papa Francisco, con estudios de química, pronto publicará un documento acreditado por la Iglesia exponiendo la justificación moral para la lucha contra el calentamiento global, sobre todo para los miles de millones más pobres del mundo.
Veerabhadran Ramanathan, un científico del clima del Instituto de Oceanografía Scripps, informó al papa sobre el cambio climático. Dijo que los científicos sentían que fallaban en hacer comprender al mundo el peligro moral que supone el calentamiento causado por el hombre. “La ciencia y la religión no se mezclan, pero el medio ambiente es una excepción en donde la ciencia y la religión dicen lo mismo”, dijo Ramanathan. “Creo que encontramos un interés común”.
La Iglesia encontró poco interés común con Galileo hace 382 años.
“Todo lo que sabe (sobre Galileo) está mal, pero la verdad no hace que la Oglesia se vea mejor”, dijo el hermano Guy Consolmagno, astrónomo y presidente de la Fundación Observatorio Vaticano en Arizona.
Galileo estuvo bajo arresto domiciliario por el resto de su vida después de seguir publicando trabajos en donde mostraba que la Tierra orbitaba el Sol, a pesar de advertencias del papa y la Inquisición. Pero fue más que una cuestión teológica, dijeron Heilbron y Ron Numbers, un historiador de ciencia de la Universidad de Wisconsin.
En parte fue un conflicto de personalidad entre Galileo y el papa Urbano VIII, antiguos amigos. El pontífice se sintió traicionado por el astrónomo porque Galileo prometió incluir en una posdata la filosofía del papa que contradecía el trabajo de Galileo, dijo Heilbron. No lo hizo. Y también fue cuestión de geopolítica, porque la Iglesia intentaba luchar contra la Reforma Protestante y sentía la necesidad de demostrar que no permitiría el desacuerdo, dijo.
Siglos antes y después de Galileo, la Iglesia católica fue la principal partidaria de la astronomía, con frecuencia utilizando las azoteas de iglesias para estudiar los cielos.
El pionero de la astronomía solar, Angelo Secchi, era un sacerdote italiano que observó el sol y los planetas desde un telescopio en el techo de una iglesia, dijo Consolmagno. Al hombre que se le ocurrió la idea de la teoría del Big Bang, Georges Lemaitre, era un sacerdote belga. El entonces papa Pío XII no reprimió la teoría del Big Bang, sino que quería adoptarla como prueba de la obra de Dios.
El Vaticano incluso tiene una academia de ciencia.
“Nuestro trabajo en principio es seguir los desarrollos científicos de cerca y luego informar en ocasiones particulares al Vaticano sobre el nuevo desarrollo”, dijo el presidente de la academia, el microbiólogo ganador de un Nobel Werner Arber. El científico es protestante, y los miembros de la academia incluyen a no católicos como Ramanathan, e incluso al ateo Stephen Hawking.
Para Consolmagno, astrónomo y clérigo, no importa: “Si crees en la verdad, adoras al mismo Dios que yo”.