Alemania ofrece, por un lado, centenas de miles de puestos de trabajo vacantes y, por el otro, acogió a 1,5 millones de refugiados en los últimos tres años: la ecuación parece casi perfecta, pero en realidad las cosas son más difíciles de lo que aparentan.
El principal escollo es la falta de adecuación entre los oficios que se ofrecen y la formación y aspiraciones de los refugiados.
Eso puede enardecer aún más el debate sobre la integración de los refugiados, que sacude a la sociedad alemana tras las agresiones contra las mujeres del 31 de diciembre, y llevar agua al molino de los que cuestionan la política de acogida de la canciller Angela Merkel.
A medio plazo, los refugiados ayudarán a resolver en gran parte los problemas creados por la escasez de mano de obra, debido al envejecimiento de la población alemana y a la baja tasa de natalidad. Pero “los refugiados no conocen el sistema de aprendizaje en alternancia”, principal vía de acceso a la vida activa, utilizada masivamente por los empleadores alemanes, desde la simple panadería hasta las grandes multinacionales, lamenta Meike Al Habash, responsable de la formación profesional de la Cámara de Comercio e Industria de Berlín.
Además, “en muchos casos” los recién llegados tienen “otras prioridades” -conseguir dinero rápidamente para enviar a sus familias o pagar las deudas “colosales” del viaje- y desestiman las campañas de sensibilización a la formación de las cámaras de comercio y agencias del empleo, dice Jurgen Wurshorn, portavoz de la Agencia Federal del Empleo de Nurenberg (sur). Los refugiado optan en lo inmediato por un trabajo no calificado que les garantiza una fuente inmediata de ingresos, en vez de inscribirse en un aprendizaje, que impone obligaciones y es poco remunerado.
“Los que eligen la solución fácil se engañan”, dice Conrad Skerutsch, director de FRAP, un organismo público de desarrollo del mercado de trabajo de Fráncfort (suroeste). “Sólo entre el 5 y el 10% de los solicitantes de asilo” tienen un nivel de formación suficiente para insertarse en el mercado de trabajo en un plazo de un año, insiste Skerutsch, que señala al mismo tiempo las dificultades del aprendizaje.
Para los jóvenes refugiados, a menudo “extremadamente motivados”, que aceptan el desafío del sacrosanto aprendizaje que alterna empresa y escuela, el camino está lleno de obstáculos, señala Wursthorn.
“Alrededor del 50% de los refugiados en aprendizaje abandona la formación a medio camino”, señala Rudolf Baier, portavoz de HWK, la cámara de artesanos de Múnich, que administra unos 23.000 aprendizajes en alternancia, entre los cuales unos 500 jóvenes solicitantes de asilo. Es una tasa de abandono dos veces superior a la media, pero en franca disminución desde que la HWK creó en septiembre dos puestos de acompañamiento y cursos específicos para apoyar a los inmigrantes a lo largo de todo el aprendizaje.
El idioma sigue siendo el principal obstáculo para los jóvenes refugiados, que fallan sobre todo en los exámenes escritos debido a carencias en alemán, sostiene Baier.
Sin embargo, a pesar de todo, la HWK registra actualmente 5.500 puestos de aprendiz vacantes “y los refugiados podrán cubrir el cupo”, dice Baier con cierto optimismo.
La situación es más complicada para los refugiados de más edad. A pesar de su experiencia profesional anterior, muchos refugiados “carecen de calificaciones y de certificados”, señala Achim Dercks, director adjunto de la Federación de Cámaras de Comercio e Industria (DIHK). Corren el riesgo de quedarse desempleados como sucede con el 20% de los alemanes activos sin ninguna calificación.
“Todo está a prueba”, resume Dercks, al referirse a las diferentes medidas y soluciones que buscan las autoridades centrales y regionales.
“En el mejor de los casos, serán necesarios al menos cinco años” de esfuerzos para que los refugiados logren su inserción profesional, dice, basándose en un estudio realizado en 2014 y publicado el lunes.
De 2.800 refugiados llegados a Alemania entre 2007 y 2012, un 37% tenía un empleo y un 23% cobraba un subsidio por desempleo en 2014.