Veinticinco años después del fin de la Unión Soviética y del sistema comunista y a pesar de todos los cambios políticos, económicos y culturales ocurridos desde entonces, el recuerdo de Lenin, líder de la revolución, sigue omnipresente en Rusia.
El cuerpo embalsamado de Vladimir Ilich Lenin se sigue exhibido en un mausoleo en la Plaza Roja de Moscú, donde diariamente recibe la visita de centenares de turistas, y miles de calles, plazas y monumentos están dedicados al fundador de la URSS y el comunismo.
En Moscú pueden hacerse paseos, por así decirlo, totalmente leninistas. Por ejemplo, para ir del parque 50 aniversario de la revolución de Octubre a la Plaza Octubre de Moscú, donde hay una inmensa estatua del líder comunista, se toma la calle Kroupskaïa (esposa de Lenin), se dobla por la calle Maria Ulianova (madre de Lenin) y luego la avenida Lenin hasta la arteria Dimitri Ulianov (su hermano).
“En este edificio, Vladimir Ilich Lenin participó el 19 de julio de 1918 en una reunión de las células del partido de las fábricas del barrio de Zamoskvoretchie”, informa una placa en el centro de Moscú. Un poco más lejos, otra placa recuerda que “Vladimir Ilich Lenin habló desde un balcón del inmueble a delegaciones de trabajadores comunistas de las regiones de Yaroslavl y Vladimir que partían hacia el frente”.
En cada estación del metro de Moscú hay un cartel que dice “Metro Lenin”. El régimen político cambió, pero el nombre de la red de transporte subterráneo sigue siendo el mismo: “Metro Lenin de Moscú, decorado de la orden de Lenin y de la Bandera Roja del Trabajo”.
Después de la caída de la URSS (Unión de República Socialistas Soviéticas), el primer presidente de Rusia, Boris Yeltsin, no alteró el culto de Lenin, acusado de haber instaurado un sistema represivo y totalitario. Tampoco lo hizo el sucesor de Yeltsin, el actual presidente, Vladimir Putin, que en varias ocasiones dijo que la desaparición de la URSS había sido “una tragedia”.
“La gente está acostumbrada y el aspecto ideológico vinculado al nombre de Lenin ha desaparecido”, afirma Lev Gudkov, director del centro moscovita de estudios sociológicos Levada. “Lenin es percibido como una personalidad positiva de nuestro pasado”, agrega Gudkov, en diálogo con la AFP.
Un 63% de la población es favorable a que se conserven los monumentos a la gloria de Lenin, contra un 19% que prefiere que desaparezcan, según un sondeo efectuado en 2014 por el centro oficial VTSIOM. Los que vivieron el período soviético ven con placer, o amargura, según el caso, la persistencia del pasado soviético y de la ideología comunista.
“Esos monumentos me molestan. Habría que enviar todo eso a un museo”, considera Viktor Dziadko, un moscovita de 60 años que no oculta su hostilidad hacia el revolucionario bolchevique. Los más jóvenes parecen menos agobiados por el pasado. “Se observa una indiferencia creciente. Lenin no representa nada para las jóvenes, que lo perciben, difusamente, como el fundador del Estado soviético”, dice Lev Gudkov. Interrogada en la estación de metro Biblioteca Lenin, donde un mosaico del líder bolchevique mira pasar a los pasajeros, Irina, una estudiante de geología, confirma esa impresión. “No me fijo mucho en esas representaciones de Lenin. No forma parte de mis preocupaciones”, dice Irina.
Otro estudiante, Sania Poliakovski, de 20 años, coincide con Irina. “En la época soviética todos esos monumentos tenían una función ideológica, pero hoy es apenas un testimonio de la historia”, dice Sania.
“La toponimia en Rusia tiene algo de esquizofrénico”, opina por su parte el periodista y exdisidente soviético Alexandre Podrabinek, que destaca que la carretera que lleva de Moscú a San Petersburgo, sigue llamándose “Ruta de Leningrado”. San Petersburgo, que recuperó su nombre histórico, es la capital de una región que sigue llamándose Leningrado, dice Podabinek con una sonrisa.
El cuerpo de Lenin reposa en el mausoleo de la Plaza Roja, frente a las murallas del Kremlin, el lugar más simbólico del país, a pocos metros de la tumba de Stalin. ¿Hay que retirar el cuerpo de Lenin del mausoleo y enterrarlo? El poder ruso responde siempre con mucha prudencia a esa pregunta recurrente. “Hay un tiempo para cada cosa. Cuando llegue el momento, el pueblo ruso decidirá lo que se tenga que hacer”, respondió Vladimir Putin en 2010. Es muy posible que el presidente ruso tenga que volver a responder a esa pregunta que volverá a plantearse en 2017, cuando se cumplan los 100 años de la Revolución de Octubre.