El difícil tema del control de armas, medidas de seguridad nacional, los desafíos de la inmigración y la situación de la economía son las preocupaciones fundamentales entre los aspirantes a la Casa Blanca en las elecciones estadounidenses de noviembre.
Si en las elecciones de 2012 la discusión se centró en la economía, después de la crisis financiera de 2008 y 2009, esta vez el foco parece haberse movido hacia la seguridad nacional y la necesidad de garantizar la seguridad de los estadounidenses.
Después de los ataques en París reivindicados por el grupo radical Estado Islámico (EI) y la matanza de 14 personas en San Bernardino, California, el apetito de Estados Unidos por acciones militares contra el EI parece haber crecido.
El tema ocupó el primer lugar entre las prioridades para los electores en por lo menos dos sondeos y los aspirantes presidenciales -muy especialmente los republicanos- de inmediato comenzaron a responder a esos miedos.
El polémico millonario Donald Trump salió adelante, al insistir -sin ninguna evidencia- en que miles de musulmanes en Nueva Jersey habían festejado los ataques de septiembre de 2001 en Nueva York.
Trump, sin embargo, rápidamente fue acompañado por los aspirantes republicanos Ted Cruz y Chris Christie, quienes desenvainaron la espada y aumentaron la retórica militar, criticando la política del presidente Barack Obama por considerarla demasiado ‘blanda’ y para pedir aumento de los bombardeos y tropas terrestres.
Los aspirantes republicanos también denunciaron el acuerdo firmado con Irán por su programa nuclear, por considerar que Washington cedió demasiado sin recibir poco o nada a cambio.
En contrapartida, los candidatos demócratas han coincidido en condenar la agresividad de las posiciones republicanas, alegando que esa visión sólo acentuará la idea de un “choque de civilizaciones” que el Estado Islámico usa para reclutar combatientes.