En unos dos millones de personas ha calculado Leo Zuckermann, siguiendo encuestas telefónicas de BGC Ulises Beltrán, el número de los ciudadanos que anularán su voto, cruzando la boleta o poniendo el nombre de un candidato no registrado, en las próximas elecciones del 5 de julio. (Excélsior, 16/6709)
Sólo 2 millones, frente a los 29 millones que sà votarán por algún partido, precisa Zuckermann, pero 2 millones que se cuentan, según datos de la misma encuesta, entre la población más informada y educada del paÃs.
Luego de revisar las agendas y propuestas de los grupos anulistas, Zuckermann encuentra que difieren en mucho pero coinciden todos en una reforma puntual: la reelección consecutiva o inmediata de legisladores.
Esta reforma, similar a la que fue rechazada por el Senado en el año 2005, y de la que todos los partidos tienen alguna iniciativa, podrÃa ser la madre de todas las reformas en la batalla ciudadana por quitarle poder a los partidos y dárselo a los votantes, a mi juicio el reclamo de fondo de la marejada anulista.
La debilidad mayor del anulismo es su falta de programa, de causa futura. Ha funcionado ya, y muy bien, para manifestar el rechazo, pero no para sugerir el cambio. En todos los blogs y redes anulistas circulan diversas banderas propuestas para el movimiento, pero o son listas muy largas o se van a la estratósfera pidiéndolo todo.
SerÃa muy deseable, y muy potente, que los anulistas escogieran un solo propósito, preciso y alcanzable, para volverlo parte de la agenda polÃtica posterior al 5 de julio.
Y serÃa muy deseable también, como sugiere Zuckermann y como sugerà en esta columna hace unos dÃas (â??La marejada abstencionistaâ?, 9/6/09), que las redes de anulistas se dieran cita en plazas de distintas ciudades el 5 de julio, en mÃtines horizontales, hechos a partir de la simple concurrencia ciudadana, lo que probablemente volverÃa la causa anulista la noticia del dÃa.
Como bien dice Leo, dos millones de votos en las urnas no son mucho, pero dos millones en las calles de las principales ciudades del paÃs alcanzan, digo yo, para una minirrevolución de terciopelo.
PodrÃa ser el primer capÃtulo mexicano de la inevitable revolución que ha traÃdo y traerá a la vida polÃtica el mundo viral de Internet, espacio natural de propagación para redes ciudadanas de todas las cosas.
La marejada anulista ya es, de algún modo, un mitin nacional. Falta sacarlo a las calles