El codigo de colores para la frontera norteamericana sepultado. Hace cinco años, el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos abandonó su sistema de colores para clasificar amenazas, desarrollado tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 y que provocó confusión y burlas generalizadas. De modo que, ¿qué hizo la agencia cuando el secretario Jeh Johnson encargó en 2014 una evaluación de la seguridad en las fronteras del país?
La agencia propuso otro sistema de rojos, amarillos y verdes.
La consultora Institute for Defense Analyses fue contratada por el Departamento (DHS, por sus siglas en inglés) para revisar la idea y determinó que la clasificación era simplista y desinformaba, señalando que los colores habían sido un “desastre” para comunicar amenazas terroristas.
“El DHS debería aprender de su propia historia y evitar repetir el error”, indicó la consultora en su informe de 53 páginas.
La propuesta de Seguridad Nacional nunca se hizo pública, y tampoco el reporte. Associated Press tuvo acceso a una copia, y cuando AP preguntó esta semana a la agencia si seguiría adelante con la nueva clasificación, la portavoz Gillian Christensen dijo: “En este momento, el Departamento de Seguridad Nacional no está considerando índices ni mediciones basadas en colores”.
Se trata de uno de los intentos más recientes del gobierno de buscar una forma de medir la seguridad de fronteras y ayudar al público a comprender si los miles de millones de dólares dedicados cada año a este fin se gastan sabiamente.
El DHS puso fin en 2010 a un experimento de cinco años que medía las millas bajo “control operativo” en las que era probable que la Patrulla Fronteriza capturara a personas que cruzaban la frontera de forma no autorizada. El proyecto sólo informó sobre un 40% controlado en 2010, dando material a los que afirman que la frontera es porosa.
Después, en 2013, la predecesora de Johnson, Janet Napolitano, abandonó los planes para lo que se conoció como Índice de Condiciones de Frontera, que se habría determinado en función de varios aspectos, como datos económicos, de seguridad y de delincuencia.
John Sandweg, que fue asesor destacado de Napolitano, dijo que había un consenso interno sobre los elementos incluidos en el índice, pero no sobre cuánto debía pesar cada factor.
Sandweg, que asesoraba a la secretaria cuando se abandonó el sistema de alerta terrorista por colores, dijo que no ve el valor de emplear un sistema similar para la frontera.
“Me parece una simplificación exagerada de un problema muy complejo”, afirmó.
Los consultores contratados por Johnson estaban de acuerdo.
“La formulación rojo/amarillo/verde, aunque atractiva por lo intuitivo y fácil de comprender, expondrá al Departamento a acusaciones de que está manipulando un problema complejo en un esfuerzo por que parezca que responde a las preocupaciones del público”, indicó el informe.
Cuanto el informe se completó en junio, California y New Mexico/Texas oeste habían sido verdes (riesgo bajo) durante el trimestre anterior, Arizona amarillo (riesgo medio) y el sur de Texas era rojo (riesgo alto). La consultora apuntó que la realidad tenía más matices.
“Un nuevo sistema de medición debería ir en contra de esta percepción simplista en lugar de reforzarla. En cambio, el nuevo índice hace lo contrario al clasificar el nivel de seguridad de fronteras en sólo tres grandes categorías de las que dos (rojo y amarillo) probablemente serán percibidas por el público como prueba de que una frontera está ‘incontrolada”’, señaló el informe.
Los consultores identificaron otros problemas. Un sistema de colores podría llevar a reporteros con gusto por los titulares llamativos a producir historias poco precisas sobre una frontera descontrolada. Y las relaciones del Departamento con el Congreso podrían complicarse más ante la defensa constante de su clasificación.
Por ejemplo, un congresista del oeste de Texas podría exigir saber por qué su distrito aparecía como riesgo bajo si sus votantes le decían lo contrario. Un congresista del sur de Texas podría pedir mucho más dinero si el gobierno reconocía que su distrito corría un riesgo alto, indicó el informe.
El baremo más seguido ahora sobre el tema es la cifra de detenciones de la Patrulla Fronteriza, publicada de forma anual. El número cayó el año pasado a su punto más bajo en 44 años, una cifra que emplean los que defienden que la frontera es relativamente segura. Pero hay un acuerdo generalizado sobre que ese recuento de detenciones ofrece una imagen incompleta, del mismo modo que el número de detenciones de un departamento de policía no refleja por completo cómo de segura es una ciudad.
El informe de la consultora recomendaba desarrollar una tabla de números clave, como hacen muchas comisarías.