Hay obras de teatro que representan un salto al vacío, sobre todo cuando nadie habla de su contenido, no son ensayadas, ni dirigidas, y encierran su historia en un sobre sellado que sólo se abrirá el día de la función. Conejo blanco, conejo rojo (White Rabbit, Red Rabbit, 2010) es una de ellas y Ana Serradilla, en su regreso a México, una de sus intérpretes.
La actriz mexicana, después de radicar un tiempo en Colombia por las grabaciones de la serie La viuda negra, de la que fue protagonista, regresa a nuestro país para aventurarse en este proyecto comandado por el director José Manuel López Velarde.
Serradilla apelará a la curiosidad, tanto suya como del espectador, para subir al escenario el 15 de septiembre próximo y abrir el sobre. El contenido es un misterio, pero lo que sí se sabe, en sus representaciones en todo el mundo, es la historia del autor: el iraní Nassim Solelmanpour, quien encontró la manera de alzar su voz fuera de su país a través de
este texto.
La experiencia de su aislamiento dio lugar a Conejo blanco, conejo rojo, que requiere de solo un actor y tiene como única regla que “después de ser testigo, no revelar nada de la obra”. La pauta aplica tanto para actores como para público.
En entrevista telefónica desde Colombia, Serradilla expresó su emoción ante el experimento y por subirse a escena después de obras como Fresas en invierno (2008), Pajaro negro (2008), Eurídice (2010) y La venus de las pieles (2012).
“Me enteré hace poco del proyecto y no lo dudé ni un segundo. Me pareció algo tan diferente y enigmático, que por supuesto quería tomar ese reto. Además no me puedo preocupar de algo de lo que no conozco nada. No sé qué va a pasar, así que dejaré que las cosas fluyan. Me parece un desafío interesantísimo y como actriz, que me l legue algo así, es fascinante.