De nuevo a la defensiva, Donald Trump atribuyó el escándalo por sus declaraciones sobre la Segunda Enmienda a los medios y a una mala interpretación.
El candidato republicano afirmó que nunca había llamado a la violencia contra Hillary Clinton, un argumento que no detuvo la reacción demócrata.
La última controversia en torno a la campaña de Trump comenzó, como ocurre con frecuencia, por un comentario improvisado en un agitado mitin.
Tras afirmar falsamente que Clinton quiere revocar el derecho a la propiedad de armas, Trump dijo que si la demócrata es elegida, no habrá “nada que puedan hacer” para evitar que llene el Tribunal Supremo de jueces contrarios a la libertad de armas.
Después, añadió un ambiguo comentario:
Aunque la gente que apoya la Segunda Enmienda… quizá sí haya algo qué hacer, no lo sé. Pero les diré algo. Ese será un día horrible”.
¿Estaba sugiriendo Trump que los propietarios de armas se tomen la justicia por su mano si Clinton llega a la Casa Blanca? ¿O únicamente reflexionaba sobre la indiscutible y poderosa influencia de los defensores de las armas?
Como en muchas otras ocasiones, los partidarios y rivales de Trump interpretaron sus comentarios de formas totalmente diferentes.