El 23 de abril de 2009 anunciamos a la nación y al mundo que nos enfrentábamos a un virus desconocido de la influenza, con capacidad pandemica y origen animal, el A H1N1. Nadie lo esperaba, nos habíamos preparado para una epidemia de influenza (A H5N1) que llegaría muy probablemente de un país asiático, lo que nos daría tiempo para afinar detalles.
Ante la contingencia hubo que tomar decisiones difíciles, como el distanciamiento social para mitigar la epidemia. La respuesta mexicana fue transparente e inmediata y se ha reconocido como el patrón que habrá de seguir el siguiente país donde aparezca un evento que amenace la salud mundial. Parece sencillo, sólo requiere apegarse a las normas sanitarias que la mayoría de países hemos firmado; pero la realidad exige que las autoridades de salud estén dispuestas a enfrentar las reacciones sociales, de los medios de comunicación, de las autoridades administrativas y, en fin, de la comunidad internacional.
La Organización Mundial de la Salud actuó en congruencia con el reglamento y en todo momento apoyó a nuestro país.
México fue el epicentro de la primera pandemia de la historia vivida en tiempo real. Nuestro sistema respondió sin colapsar ante una contingencia sin precedentes que incluía no sólo la enfermedad sino el temor a lo desconocido. Teníamos planes de preparación y antivirales suficientes, con lo que pudo mitigarse el impacto de la epidemia. La lección es que la preparación paga altos dividendos. Para los países que pretendieron cerrar el paso a la influenza cancelando comunicaciones y comercio, pasando en ocasiones sobre los derechos de las personas, la lección es que, cuando se presente un nuevo virus con similares características, lo mejor es afinar el sistema de salud para reducir en lo posible los fallecimientos, con manejo temprano y con preparación de las unidades de cuidados intensivos.
La influenza A se caracteriza por fiebre y problemas respiratorios, generalmente moderados. Por desgracia, no podemos predecir cuáles son los pacientes que se complicarán, sólo podemos definir los grupos de personas con mayor riesgos, como mujeres embarazadas, niños pequeños, obesos o enfermos crónicos. En estos casos es mejor un tratamiento antiviral temprano ante la sospecha clínica de la enfermedad, evitando así la necesidad de manejo en condiciones críticas. Pudimos evitar complicaciones con la vacunación y la distribución de los antivirales, pero aun hoy atendemos pacientes graves que retrasaron su tratamiento porque tomaron por su cuenta antibióticos o consultaron a un profesional que no pensó en influenza. La lección es que debemos tener mayor conciencia de la enfermedad en los primeros niveles de atención y tener más y mejores unidades de terapia intensiva.
Atestiguamos la gran importancia de los medios de comunicación en una epidemia. En tal caso, el público se informa con ellos de lo que debe hacer o evitar. Más aún, los médicos requerimos en tales circunstancias de los medios para informarnos de situaciones que tardarían meses en aparecer en la literatura médica. Creo que los medios asumieron su papel con responsabilidad para evitar el catastrofismo o la complacencia, con lo que enviaron un mensaje objetivo sobre las medidas de prevención, mitigación y tratamiento. Por desgracia, no puedo decir lo mismo de la comunicación informal por internet, cuyo poder para crear rumores en contingencias fue patente. Aun con ello, la campaña de vacunación resultó un éxito y con hechos se ha demostrado que la población confiaba en la vacuna, y que esta es extraordinariamente segura y efectiva, ya que en poco mas de 3 meses se han vacunado 25 millones de personas y 90% de los profesionales de la salud han sido ya protegidos. Queda seguir avanzando para tener mayor soberanía en producción de vacuna de influenza en México. Trabajamos ahora en la planta de Birmex y esperamos sus primeros productos en 2012.
La pandemia por el virus A H1N1 parece tocar a su fin para convertirse en uno de los virus de la influenza estacional, quizá el dominante. Pero este fin es sólo el inicio de la preparación para una nueva pandemia que algún día habrá de llegar. Cuando eso suceda, contaremos, además de la preparación que ya teníamos, con un mejor sistema de vigilancia y diagnóstico, con la producción de nuestra propia vacuna y con una mejor red de atención a pacientes que requieran ventilación mecánica y manejo especializado en unidades de cuidados intensivos