La renuncia de Alejandro Gertz Manero como titular de la Fiscalía General de la República (FGR) marca un punto de quiebre en el mapa político y judicial del país. No solo se trata del final de la gestión del primer fiscal general “autónomo” de la era reciente, sino de la primera gran salida atribuida al gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum, con lecturas que van desde razones de salud hasta una estrategia para desmarcarse de figuras emblemáticas del sexenio de López Obrador.
Lo que hoy se sabe es que la carta de renuncia llegó al Senado, donde el propio Gertz argumenta que deja el cargo porque la presidenta lo ha propuesto como embajador de México ante un “país amigo”, posición que diversos medios identifican como la representación en Alemania. El Senado ya aceptó tramitar y aprobar la renuncia, bajo la figura de “causa grave”, como exige la Constitución.
Alrededor de este movimiento circulan tres narrativas:
- Una salida principalmente por motivos de salud y edad.
- Un ajuste natural tras años de desgaste político y polémicas públicas.
- Un movimiento estratégico de la presidenta para “limpiar” de viejas figuras la estructura del gobierno federal.
En la práctica, las tres pueden estar entrelazadas.
Lo oficial: renuncia, embajada y proceso en el Senado
De acuerdo con los reportes parlamentarios, el Senado recibió el documento de dimisión en el que Alejandro Gertz Manero expone que deja la FGR porque ha sido propuesto por la presidenta como embajador de México. El Pleno aceptó la renuncia por “causa grave”, fórmula que permite activar el proceso para que el Ejecutivo envíe una terna y se elija a la nueva o nuevo fiscal.
En el contexto inmediato, esta decisión llegó precedida por:
- Reuniones extraordinarias con el gabinete de seguridad y la Junta de Coordinación Política del Senado.
- Especulaciones previas sobre su salida, que en otros momentos se habían atribuido a problemas de salud.
La ruta constitucional es clara:
- El Ejecutivo propone una terna.
- El Senado delibera y vota.
- Se nombra a quien conducirá la FGR en los próximos años, en un contexto de alta violencia, crimen organizado consolidado y enorme desconfianza ciudadana.
Salud, edad y desgaste político acumulado
Más allá del texto de la carta, uno de los elementos que pesa es la condición personal de Alejandro Gertz Manero. Tiene más de 80 años y se sabe que fue sometido a una cirugía importante en 2023, al grado de que se abrió un debate sobre su continuidad en el cargo.
Ese debate nunca se disipó del todo. Cada ausencia pública, cada aparición limitada y cada filtro de información alimentaban la percepción de un fiscal ya muy desgastado física y políticamente, en un encargo que exige presencia constante, control de crisis y articulación con distintas instituciones.
Su salida, presentada ahora como un movimiento ordenado que lo traslada a una embajada, también puede leerse como una salida negociada y honorable después de años de fuerte exposición pública.
Trayectoria: el primer fiscal de la FGR y un perfil duro
Antes de ocupar la Fiscalía General de la República, Alejandro Gertz Manero acumuló décadas en el mundo de la seguridad y el derecho: ex secretario de Seguridad Pública federal, académico, doctor en derecho y figura recurrente en el debate sobre la procuración de justicia. Su perfil siempre fue el de un funcionario rígido, de mano dura, con un discurso enfocado en la “recuperación del Estado de derecho”.
Como primer fiscal de la renovada FGR —tras la transformación de la PGR—, encarnó el intento de construir una institución formalmente autónoma. Sin embargo, en la práctica su autonomía siempre estuvo bajo cuestionamiento, tanto por su relación con el Ejecutivo como por su estilo personal de conducción.
Controversias que nunca se fueron: el caso Cuevas y el rancho Izaguirre
El nombre de Alejandro Gertz Manero no solo se asocia a investigaciones emblemáticas, sino también a polémicas que golpearon la credibilidad de la FGR.
Entre las más delicadas está el caso de Laura Morán y Alejandra Cuevas, familiares políticas del propio fiscal, acusadas de la muerte de su hermano. La Suprema Corte terminó por invalidar la orden de aprehensión, y en el camino se filtraron audios donde se escuchaba a Gertz comentando y, presuntamente, tratando de influir en el sentido de la resolución de un ministro de la Corte. Para amplios sectores de la opinión pública, aquel episodio evidenció un uso personal del poder y un choque frontal entre el fiscal y el Poder Judicial.
Más recientemente, su figura se vio envuelta en críticas por la forma en que la FGR asumió el control del rancho Izaguirre, en Jalisco, señalado por colectivos de familias buscadoras como un posible sitio de exterminio vinculado al crimen organizado. Gertz anunció que la Fiscalía atraía el caso y que se abriría una investigación federal por delincuencia organizada. Sin embargo, madres y colectivos lo acusaron de minimizar el tema y de tratar de desacreditar su trabajo y testimonios, reclamando falta de resultados y sensibilidad.
Todo ello abonó a una imagen de fiscal lejano, confrontativo y poco dispuesto a la autocrítica, lo que hoy influye en la lectura política de su renuncia.
¿Salud, embajada o reacomodo político?
Las versiones sobre por qué sale Alejandro Gertz Manero se cruzan y se superponen. Oficialmente, la narrativa es: deja el cargo porque ha sido propuesto como embajador y el Senado acepta su renuncia por causa grave.
Sin embargo, en el plano político se abre otra lectura:
- La presidenta Claudia Sheinbaum se desmarca, poco a poco, de figuras emblemáticas heredadas del sexenio anterior.
- La Fiscalía se encontraba bajo fuego crítico por su desempeño frente a casos de alto impacto, desapariciones, crimen organizado y violaciones a derechos humanos.
- Colectivos de víctimas y organizaciones civiles reclamaban un cambio de rumbo y mayor transparencia.
En ese contexto, el movimiento puede entenderse como una salida “ordenada” para abrir paso a un nuevo perfil, posiblemente más cercano al proyecto político del actual gobierno y con mayor margen para recomponer la relación con sociedad civil y poderes del Estado.
Lo que viene: nueva terna, nuevo fiscal y viejos pendientes
Con la renuncia ya aceptada, el país entra en una fase clave: la definición de quién sustituirá a Alejandro Gertz Manero. La terna que envíe la presidencia al Senado será una señal de:
- Qué perfil se privilegia: técnico, político, cercano a la presidencia o con trayectoria en derechos humanos.
- Qué mensaje se quiere mandar hacia dentro de la FGR y hacia la ciudadanía.
- Si habrá cambios reales en prioridades: combate al crimen organizado, protección a periodistas, atención a desapariciones, corrupción de alto nivel, entre otros.
El nuevo titular recibirá una institución cuestionada, con rezagos históricos y una enorme presión pública. Su margen de maniobra dependerá no solo de la ley, sino de la voluntad política y del respaldo que reciba desde el Ejecutivo y el Legislativo.
Conclusión: el final de una era incómoda
La salida de Alejandro Gertz Manero cierra un capítulo complejo en la historia reciente de la justicia mexicana. Su paso por la FGR combinó un discurso de firmeza con decisiones polémicas, acusaciones de uso personal del cargo y una relación tensa con otros poderes.
Ahora, la presidencia tiene la oportunidad —y la responsabilidad— de demostrar si este relevo es solo un movimiento administrativo, un premio en forma de embajada o el inicio de una reforma de fondo en la institución encargada de procurar justicia en México.
Lo cierto es que, tras años de desgaste y escándalos, la figura del fiscal saliente deja tras de sí más preguntas que certezas… y una FGR que sigue en deuda con las víctimas y con el Estado de derecho.








