Con la preocupación legítima de hacer feliz a la gente y de lanzar un grito de amor y paz, pese al lenguaje florido, directo y catártico, Alex Lora, cimbró el Palacio de los Deportes ante más de 20 mil espectadores, que se liberaron de sus cargas emocionales a través de las crónicas musicales, que desnudan la realidad de los mexicanos.