Beatriz González RubÃn
Hace muchos años Shakespeare puso parte de este diálogo en la boca de Marcelo, el guardia del castillo de Kronborg en Elsinor, hoy yo las utilizó para hablar de la repartición de justicia en este tan amado paÃs nuestro.
Esta semana fuimos testigos de dos sentencias a delincuentes de alta monta, y las diferencias son abismales, dignas de pensarse y tomarse en cuenta.
El martes, el Juez 25 de Paz Penal del Distrito Federal, impuso la sentencia más grande en la historia de la justicia mexicana a José Luis González González propietario y director de Publi XIII, mil 955 años de cárcel, mas el pago de casi 38 millones de pesos como reparación del daño a 782 personas a las que defraudó con la venta de vehÃculos.
Por otra parte, Edgar N. â??El Ponchisâ?, el famoso niño sicario, de 14 años, fue sentenciado a tres años de cárcel, acusado de degollar a cuatro personas, cuyos cadáveres fueron colgados posteriormente en un puente de Cuernavaca, además de ser culpable de portación de armas de fuego exclusivas del Ejercito, secuestro y posesión de drogas. El menor que fue vinculado con el Cártel del PacÃfico Sur en el estado de Morelos, fue detenido en el aeropuerto cuando intentaba tomar un vuelo, en compañÃa de sus hermanas, a Tijuana.
Según la legislación del estado de Morelos, esta es la pena máxima que se le puede imponer a un menor, asà que no hubo más que hacer.
Quiero que quede claro que en ningún momento estoy justificando al defraudador, quién a mi juicio merece ser castigado, pero la verdad la sentencia es absurda e irrisoria, tal vez nuestros jueces pretenden sentar precedente y poner ejemplo, pero ni aunque el hombrecito tuviera siete vidas como un gato podrÃa purgar la pena.
Y nuestro pequeño sicario (y si, es nuestro, porque es producto de esta sociedad desigual) sólo pasara tres años en la cárcel, perfeccionando sus técnicas de tortura y asesinato, ya que es bien sabido que los centros de rehabilitación son todo menos eso, y saldrá convertido en un flamante adulto de 18 años con experiencia y contactos suficientes para integrarse a los grupos más peligrosos.
En definitiva, algo está podrido en el sistema judicial, algo está podrido en mi paÃs y poco a poco contamina a la gente. Ojala nos podamos salvar, Dinamarca no pudo.