Ponerle rostro a una tragedia hace que se vuelva mÃ?¡s cercana; que se convierta en una parte de nuestra propia vida. La parte mÃ?¡s oscura y dolorosa. La que nos asalta apenas bajamos la guardia. La que nos espera en los malos sueÃ?±os. Aquella por donde asoman nuestros ausentes, nuestros miedos, nuestras angustias. Por eso, las pÃ?¡ginas iniciales del libro de Diego Enrique Osorno, Nosotros somos los culpables. La tragedia de la GuarderÃ?Âa ABCÃ? (Publicado por Grijalbo/Random House Mondadori con fecha de junio de 2010), son tan brutales. Porque hay cuarenta y nueve caritas que nos miran desde un pasado en que el horror no se hacÃ?Âa aÃ?ºn presente. Cuarenta y nueve rostros de los chiquitos que murieron en el incendio.
Son fotos que los padres y las madres les tomaron a sus hijos. Como las que tomamos todos. TambiÃ?©n ustedes y yo. Y ellos. Como todos. DecÃ?Âa Roland Barthes que en las fotografÃ?Âas la muerte es siempre un personaje mÃ?¡s. Lo que fue ya no existe. Lo que es dejarÃ?¡ de existir apenas se apriete el disparador. En el caso de las imÃ?¡genes que nos sorprenden en las primeras pÃ?¡ginas del libro de Diego Enrique Osorno, la literalidad de esta idea provoca escalofrÃ?Âos.
Hoy querÃ?Âa hablar de futbol. Se los juro. Pensaba tratar de contagiarme de la ââ?¬Å?fiebre mundialistaââ?¬Â. Celebrar aquÃ? el triunfo de MÃ?©xico frente a Italia, o defender la estrategia de Diego Maradona. Lo mismo da. En este momento no tiene importancia. Ninguna. Porque es 5 de junio y se cumple un aÃ?±o de la tragedia de la GuarderÃ?Âa ABC. Porque el libro que tengo en las manos, y las pÃ?¡ginas de los periÃ?³dicos, me recuerdan que aÃ?ºn no se ha hecho justicia, como en tantos otros casos en nuestro paÃ?Âs. Porque el futbol es siempre parte de nuestra memoria infantil, como nos lo recuerda Luis Miguel Aguilar en su artÃ?Âculo mÃ?¡s reciente, y hoy ââ?¬â?? 5 de junio – no tenemos derecho a hablar de la infancia. Ni de la nuestra, ni de la de nadie. Solamente podemos hablar ââ?¬â?? conteniendo la respiraciÃ?³n, sintiendo dolor y furia a un tiempo ââ?¬â?? de las infancias truncas de los cuarenta y nueve niÃ?±os. En la tradiciÃ?³n judÃ?Âa a cada muerto joven le corresponde un Ã?¡rbol cortado. Nuevamente la literalidad.
Y en este bosque de pequeÃ?±os Ã?¡rboles truncos, sÃ?³lo podemos exigir que se castigue a los culpables. Estas lÃ?Âneas quieren ser un abrazo a las madres y padres que valientemente han emprendido la lucha por la justicia. Para decirles que estamos con ellos. Para sumar voces y mÃ?¡s voces que se opongan al silencio del poder.
Carlos MonsivÃ?¡is tiene razÃ?³n, como siempre: lo de Hermosillo no le pasÃ?³ a Hermosillo, le pasÃ?³ al paÃ?Âs entero. Sabemos que algunos querrÃ?¡n extender las redes de la amnesia sobre uno de los peores crÃ?Âmenes colectivos de nuestra historia reciente.
Estoy de acuerdo con lo que dice Ricardo Rocha en su prÃ?³logo, no se trata de una ââ?¬Å?tragediaââ?¬Â sino de un crimen. Algunos querrÃ?¡n extender las sombras del olvido sobre los mecanismos de corrupciÃ?³n e ineficiencia que llevaron a la muerte a cuarenta y nueve chiquitos. Las autoridades estatales y federales, las del Instituto Mexicano del Seguro Social (las de antes y las actuales), los funcionarios que prefirieron ââ?¬Å?hacerse de la vista gordaââ?¬Â ante las irregularidades de las guarderÃ?Âas subrogadas, los que aÃ?ºn no han cambiado las polÃ?Âticas a travÃ?©s de las cuales se entregan a particulares estas concesiones. ââ?¬Å?Todo se perpetrÃ?³ con la envoltura de la subrogaciÃ?³n, un esquema perverso en la habilitaciÃ?³n de las guarderÃ?Âas para los jodidos, es decir, los trabajadores, ellos y ellas: entre menos gasten los dueÃ?±os, mayores son sus gananciasââ?¬Â (Ricardo Rocha en ââ?¬Å?Las madres mÃ?¡s tristes del mundoââ?¬Â, prÃ?³logo a Nosotros somos los culpables) . Todos ellos tienen la obligaciÃ?³n polÃ?Âtica, jurÃ?Âdica, pero sobre todo moral, de rendirle cuentas a la sociedad. Ã?¿Por quÃ?© al presidente CalderÃ?³n le cuesta tanto recibir a los padres que han conformado el Movimiento Ciudadano por la Justicia 5 de junio?
Los ojos de todos los habitantes de MÃ?©xico estÃ?¡n puestos sobre los responsables. Por lo menos hoy, 5 de junio. No esperando los resultados de los partidos de futbol, sino esperando que se haga justicia. El documento emitido por la Suprema Corte marca, como pocas veces, la lÃ?Ânea a seguir. ââ?¬Å?El costumbrismo nacional de violar la ley hizo que el gobierno de Sonora tuviera una bodega de papelerÃ?Âa, sin medida de seguridad alguna, junto a una guarderÃ?Âa. AsÃ? se dio un incendio en la bodega quÃ?© llegÃ?³ a la guarderÃ?Âa. El MÃ?¡ximo Tribunal sigue en el dictamen poniendo al desnudo a las instituciones, nos indica que: a) no habÃ?Âa capacidad en los hospitales, b) ambulancias, c) total desorganizaciÃ?³n en el rescate, y d) El IMSS impidiÃ?³ que los niÃ?±os fueran trasladados a hospitales en Sacramento California, EU.ââ?¬Â, escribiÃ?³ Javier Cruz Angulo en su columna de ayer , dando cuenta de algunas de las muchÃ?Âsimas irregularidades que provocaron las muertes. Necesitamos que las instituciones encargadas de la procuraciÃ?³n de justicia cumplan tambiÃ?©n su papel.
Diego Enrique Osorno construye una obra con las voces de todos; un relato coral� para poder transmitirnos el dolor y la angustia que nacieron aquel viernes negro. Para poder transmitirnos la desesperaci�³n y la furia. Con las voces de todos. Hoy es 5 de junio y el libro se suma a las cuarenta y nueve caritas que exigen justicia.