Por: Redacción de Seguridad y Justicia | Fecha: 09 de diciembre de 2025 Tiempo de lectura: 11 minutos
La mañana de este martes 9 de diciembre no trajo paz a Colima, sino el estruendo de las balas que confirma, una vez más, la vulnerabilidad del Estado mexicano ante el crimen organizado. Heriberto Morentín Ramírez, quien se desempeña como Subsecretario de Operaciones de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) del estado, fue blanco de un ataque armado directo mientras se desplazaba por la zona norte de la capital colimense.
Este hecho no es un incidente aislado en la estadística criminal; es un mensaje de poder enviado por los grupos delictivos a las más altas esferas de la autoridad local. Que un mando de alto nivel como Heriberto Morentín Ramírez sea emboscado a plena luz del día, en una de las avenidas principales de la ciudad, desmorona la narrativa oficial de «pacificación» y expone la crisis de gobernabilidad que atraviesa una de las entidades más violentas de México.
A continuación, analizamos las cinco claves críticas de este atentado y por qué el ataque a Heriberto Ramírez enciende los focos rojos en la estrategia de seguridad nacional.
1. La cronología del terror: Martes negro en Colima
Los reportes preliminares indican que el reloj marcaba aproximadamente las 7:30 de la mañana cuando el caos se desató. Heriberto Morentín Ramírez circulaba por la avenida Ignacio Sandoval, una arteria vital y transitada de la capital, cuando fue interceptado por sujetos armados. La mecánica del ataque —directo, sin mediar advertencia y con fuego pesado— sugiere una operación planificada con inteligencia previa sobre las rutas y horarios del funcionario.
Aunque la Mesa de Coordinación Estatal para la Construcción de Paz y Seguridad confirmó rápidamente que Heriberto Morentín Ramírez se encuentra «estable» tras recibir atención médica, el daño psicológico a la ciudadanía es irreversible. Las imágenes de la movilización policiaca y el acordonamiento de la escena del crimen circularon velozmente en redes sociales, sembrando el pánico entre padres de familia que llevaban a sus hijos a la escuela y trabajadores que iniciaban su jornada. Este atentado rompe, de nuevo, la burbuja de «normalidad» que las autoridades intentan sostener.
2. El blanco táctico: ¿Quién es el mando atacado?
Atacar a un Subsecretario de Operaciones no es una decisión improvisada por parte del crimen organizado. Heriberto Morentín Ramírez (identificado en algunos reportes oficiales como Heriberto Morentín Ramírez) ocupa una posición estratégica dentro del organigrama de seguridad. Su área es la encargada de la operatividad en el terreno, es decir, de coordinar los despliegues, los patrullajes y la respuesta directa contra la delincuencia.
Al atentar contra Heriberto Morentín Ramírez, los agresores buscan desestabilizar la cadena de mando y sembrar el miedo entre los elementos operativos de la Policía Estatal. Si el jefe de operaciones no está seguro en su propio vehículo oficial, ¿qué puede esperar el policía de a pie o el ciudadano común? Este ataque es un desafío frontal a la institución encargada de proteger a los colimenses, y deja en entredicho la capacidad de contrainteligencia del estado para proteger a sus propios activos clave.
3. Colima: La capital mundial del homicidio
Para entender el contexto del ataque a Heriberto Morentín Ramírez, es imposible ignorar el escenario donde ocurre. Colima ha encabezado consistentemente los rankings nacionales e internacionales de violencia homicida per cápita. La disputa territorial entre facciones del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y grupos locales o remanentes del Cártel de Sinaloa ha convertido a la entidad en un campo de batalla permanente.
En este tablero de ajedrez sangriento, los funcionarios de seguridad como Heriberto Morentín Ramírez se encuentran en el fuego cruzado. La crítica constante de analistas y sociedad civil es que la estrategia de seguridad en Colima ha sido reactiva y no preventiva. A pesar del despliegue de elementos de la Guardia Nacional y la Marina, los índices delictivos no ceden y los generadores de violencia operan con una impunidad que les permite planear atentados de alto perfil en zonas urbanas céntricas sin temor a ser detenidos en flagrancia.

4. La cacería de funcionarios: Un patrón que se agrava en 2025
El atentado contra Heriberto Morentín Ramírez se suma a una lista negra que ha crecido alarmantemente en el último trimestre del año. Apenas en octubre pasado, el estado se conmocionó con el asesinato de Gabriela Mejía, exalcaldesa de Cuauhtémoc, y hoy vemos cómo la violencia escala hacia los mandos operativos activos.
Este patrón de agresiones contra figuras públicas revela una descomposición institucional severa. En México, cuando los criminales se sienten con la libertad de «cazar» a quienes portan placa y charola, significa que los pactos de contención se han roto o que la autoridad ha perdido el monopolio de la fuerza. El caso de Heriberto Morentín Ramírez debe ser una llamada de atención urgente para el gobierno federal: la protección de los funcionarios locales está fallando, y con ello, se debilita la estructura misma del Estado de Derecho en las regiones más conflictivas.
5. El silencio y la respuesta oficial insuficiente
Tras el ataque a Heriberto Morentín Ramírez, la respuesta institucional siguió el guion burocrático de siempre: comunicados condenando los hechos, promesas de «no impunidad» y el anuncio de operativos de búsqueda que, históricamente, rara vez resultan en la desarticulación de las células autoras intelectuales.
La ciudadanía de Colima exige más que palabras. La «estabilidad» médica de Heriberto Morentín Ramírez es una buena noticia en lo humano, pero en lo político, el hecho de que el atentado haya ocurrido es ya una derrota para la seguridad pública. La crítica se centra en la falta de resultados tangibles de la Fiscalía General del Estado para desmantelar las redes financieras y logísticas que permiten estos ataques. Mientras no haya detenidos de alto perfil y sentencias ejemplares, el ciclo de violencia se reciclará, poniendo en la mira al siguiente funcionario.
6. La crisis federal: ¿Dónde está la estrategia nacional?
Finalmente, el ataque a Heriberto Morentín Ramírez rebota en la puerta de Palacio Nacional. Este suceso ocurre en un momento donde la estrategia de seguridad federal está bajo la lupa, presionada por eventos recientes como el asesinato del alcalde en Uruapan y coches bomba en otras regiones. Colima, por su tamaño y ubicación estratégica (con el puerto de Manzanillo como joya de la corona para el tráfico ilícito), debería ser una prioridad de seguridad nacional blindada.
Sin embargo, la realidad de Heriberto Morentín Ramírez y de los habitantes de Colima es de abandono. La militarización de la seguridad pública no ha logrado frenar la capacidad de fuego de los cárteles en la zona. Este atentado es la prueba de que la presencia física de tropas no es sinónimo de control territorial. Se requiere inteligencia financiera, depuración de cuerpos policiales y una coordinación real que hoy, a la luz de las balas en la avenida Ignacio Sandoval, parece inexistente.
Conclusión: Un estado bajo asedio
El intento de homicidio contra Heriberto Morentín Ramírez es un síntoma de una enfermedad terminal que carcome a las instituciones de Colima. Hoy, el subsecretario sobrevivió, pero la confianza ciudadana recibió un tiro de gracia.
Mientras las autoridades se limitan a administrar la crisis y contar los casquillos, la población vive rehén del miedo. La exigencia es clara: justicia para Heriberto Morentín Ramírez, sí, pero sobre todo, un cambio de timón que devuelva la paz a un estado que se desangra ante la mirada pasiva de la federación. No podemos normalizar que quienes deben cuidarnos sean cazados en las calles que prometieron proteger.








