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Sorprendente hasta el final, David Bowie se despidió con ‘Blackstar’, un álbum sombrío que experimenta con el jazz, publicado a los 69 años, dos días antes de su muerte.
Hace tres años, Bowie ya había elegido la fecha de su cumpleaños para romper una sequía musical de casi una década con la canción ‘Where Are We Now?’, un tema melancólico lleno de referencias a su etapa berlinesa.
Dos meses más tarde, un nuevo álbum con acentos de rock y melodías accesibles, ‘The Next Day’, confirmaba el regreso del influyente artista, silencioso desde hacía años pero celebrado en una gran exposición itinerante que recibió más de un millón de visitantes en varias ciudades.
Canción para una serie de televisión, comedia musical, apariciones estelares como en el último álbum de The Arcade Fire: Bowie parecía no querer parar, como en sus venturosos años 1970 en los que multiplicaba los disfraces y los personajes, y dictaba las modas.
‘Blackstar’, que lleva en la portada una enigmática estrella negra de cinco puntas, incurre en el jazz, con batería y saxo compartiendo protagonismo con la inconfundible voz de Bowie, a veces suave, otras más grave.
En su despedida, el artista estiró y desestructuró sus temas, que superan ampliamente el formato estándar de tres o cuatro minutos. Hay también resonancias con sus trabajos anteriores, como el clásico ‘Low’ (1977) o ‘Black Tie White Noise’ (1993) que habían relanzado a Bowie después de unos años ’80 difíciles.
Blackstar el testamento de David Bowie

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