El hombre de buenos principios no sólo sabe conducirse dignamente con las personas con quienes está relacionado, sino que tributa también sus consideraciones a la sociedad entera.
Manuel Carreño
Manuel Antonio Carreño (1812-1874), polÃtico y escritor, escribió hace años un libro que durante mucho tiempo fue la pauta de comportamiento para las â??personas de bienâ?. El Manual de Carreño hablaba de las formas, reglas elementales y buenos modales para comportarse en sociedad.
CapÃtulos como: “Deberes morales del hombre”, donde pauta las obligaciones para con Dios, para con la sociedad, para con los padres, para con la Patria, para con los semejantes y para con uno mismo; se manejan en el texto.
Se hace hincapié en principios como el aseo, maneras y modos de comportarse en casa y fuera de ella, reglas a la mesa, modos y formas en el trato con los demás, entre otros, conforman el corpus del libro.
Como muestra, una de las reglas que hacÃan referencia al modo de comportarse en los bailes:
â??No es un prudente que una señorita conceda todas o casi todas las piezas de una noche a un solo caballero, pues además de las suspicacias que despiertan, se da a entender a los demás hombres presentes que se les desprecia. Tampoco los esposos deben monopolizarse mutuamente, pero si tienen ambos derechos a conceder y pedir piezas a las personas de su simpatÃa y amistad, prefiriéndolas a las demás. Tampoco está bien visto que una joven se le quede mirando fijamente a un caballero, como si le invitara mudamente a que la saque a bailarâ?.
Es claro que a más de uno nos causa gracia, inclusive risa, reglas como estas. La sociedad ha cambiado (gracias a Dios), las formas y maneras de relacionarse también, ahora todo es más libre, mas fácil, más relajado, pero, tristemente hay cosas elementales de las que nos hemos olvidado, en donde no tienen nada que ver las â??buenas costumbresâ? pero si el tacto y la delicadeza: El trato a los adultos mayores; el consumo desenfrenado de alcohol, tanto en hombres como en mujeres, y por supuesto con las consabidas consecuencias; la descortesÃa cotidiana al volante, donde, al poner la direccional, tal parece que decimos â??no me dejes pasarâ?; la agresión que nos caracteriza en la calle en la vida diaria, tanto como peatones, como automovilistas; la poca delicadeza en el trato entre padres e hijos; y asà la perorata podrÃa ser interminable.
Hemos cambiado, nos hemos modernizado, pero tal parece que nos ha llevado inevitablemente a la deshumanización. Ser amable y cordial con nuestros coterráneos seguramente nos dará más satisfacciones, como decÃa mi madre: â??Se cazan más moscas con miel que con hielâ?.
Sean felices y amables, cuesta menos trabajo que pelear todo el dÃa. Bonita semana.