Cada vez más adolescentes se unen a las filas del grupo Estado Islámico (EI), atraídas por su propaganda extremista, un fenómeno que antes era casi exclusivamente masculino.
“En la categoría de menores de edad hay una alta representación femenina, en una proporción de aproximadamente 55%”, indica un alto oficial de la lucha antiterrorista que pide no ser identificado.
¿Qué lleva a jovencitas, algunas apenas salidas de la infancia, a unirse a una organización tan radical, a intentarlo o a soñar con hacerlo?
El sociólogo Farhad Khosrokhavar, director de estudios de la Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales (EHESS), que entrevistó a varias de ellas y estudió su recorrido, tiene elementos de respuesta.
“Estamos ante la primera generación de chicas que pueden estar fascinadas por la violencia, de la misma manera que los muchachos. Antes, la violencia era un fenómeno casi exclusivamente masculino. Esta nueva generación ha cambiado de perspectiva”, dice.
“He hablado con muchachas que me dicen: ‘mi ideal es Kouachi” (los hermanos Kouachi, autores de la matanza de Charlie Hebdo). No ser su mujer o su novia: su sueño es ser el propio Kouachi.
Directamente la violencia”, explica el sociólogo.
En los fenómenos de radicalización, a menudo complejos, con chicas de perfiles distintos y de medios sociales diferentes, entra en juego otro fenómeno.
“Es lo que yo llamaría la fatiga ante los muchachos inmaduros que ellas frecuentan. En esas chicas hay un culto nuevo del heroísmo, de la virilidad. El joven yihadista se convierte en un ideal masculino para esas adolescentes, que piensan que pueden confiar en él. Su seriedad se mide a través de la voluntad de exponerse al peligro de muerte. Se trata de un posfeminismo antifeminista: el culto de la virilidad, es decir que quieren un hombre que tenga virtudes masculinas tradicionales”, sostiene Khosrokhavar.
La adolescencia es la edad del entusiasmo, de los ideales, de los entusiasmos más o menos racionales: los reclutadores del EI, que son expertos en materia de propaganda y de utilización de las redes sociales, lo han comprendido perfectamente, por eso insisten en la dimensión pretendidamente humanitaria de las muchachas que se unen a ellos.
La investigadora británica Erin Marie Saltman, coautora del informe “Till martyrdom do us part” (“Hasta que el martirio nos separe”) sobre el papel de las mujeres en el EI, elaborado a iniciativa del Institute for Strategic Studies, estima que el gancho de la acción humanitaria funciona sumamente con las adolescentes.
“Sería falso considerar a esas jóvenes solamente como mujeres de yihadistas”, dice.
“Muchas están verdaderamente convencidas de que participan en un esfuerzo humanitario. Piensan que el régimen sirio y las fuerzas internacionales persiguen a los musulmanes, y uniéndose al califato, creen participar en la creación de un Estado que dará un futuro y seguridad a los musulmanes de todo el mundo”, explica.
Finalmente, la adolescencia es también la edad de la rebelión, que tomará en el caso de esas menores un giro extremo.
“Hay una voluntad evidente de transgresión”, afirma Farhad Khosrokhavar. “Esa forma de rebelión adolescente y post-adolescente estaba antes reservada a los varones. Ahora, también las chicas se rebelan de esa manera: parten, toman un billete de avión hacia Turquía. Saben que la sociedad detesta el yihadismo, y esa es la mejor manera de romper con la sociedad”.
“El Estado Islámico manipula con sus vídeos, pero sabe que juegan en su terreno”, prosigue el sociólogo. “Se dirige a esas muchachas que tienen ganas de superar la adolescencia. En los países occidentales, se depende de los padres cada vez más tiempo. Y al irse, se afirman. Es un rito para alcanzar de manera simbólica la edad adulta, la afirmación de sí mismas por la violencia, la transgresión extrema”.
“Es su punk-rock”, acota Erin Marie Saltman. “Es levantarse contra el sistema. Nosotros consideramos el EI como un movimiento conservador, machista, opresivo, pero para ciertos adolescentes es un movimiento clandestino, y eso los atrae”.