Aún no son ni las ocho de la mañana y los vagones la del Sistema de Transporte Colectivo Metro ya vienen colmados de personas que en su mayoría huelen a agua y jabón, las mujeres dejan sueltos sus cabellos húmedos mientras se delinean los ojos con lápiz bien negro mientras los hombres las miran con asombro, los que pudieron se apostaron en los costados, lo más cerca de las ventanillas, mientras que los demás tienen la esperanza de que los ventiladores funcionen