La tercera llamada llegó con un minuto y 47 segundos de retraso. El ejercicio de exposición de ideas, llamado debate, arrancó oficialmente cuatro minutos después con la presentación de la única mujer en la escena, Martha Zamarripa, y concluía una hora y media más tarde con el último discurso de Rodrigo Medina.
¿Y qué nos dijeron no verbalmente los cinco personajes en escena en ese periodo de tiempo? Muy poco. Lo más visto en este aspecto fue: escasas reacciones faciales que fueran a la par de lo que se estaba diciendo. Una marcada tendencia a los movimientos simétricos, nula contundencia del discurso con las manos, desesperación generalizada al ver el reloj, sonrisas marcadas para iniciar o concluir un discurso. Debido a que pasaron más tiempo leyendo que manteniendo el contacto visual con el público, en el área no verbal, los cinco quedaron debiendo.
Cabe recordar que en el lenguaje no verbal recae más del 60 por ciento de la transmisión de un mensaje. Algo que sin duda alguna sigue sin ser tomado en cuenta por los cinco candidatos a gobernador en Nuevo León. Continúan sin amarrar al personaje del candidato para salir en televisión y se olvidan, todos, que la cara, manos y cuerpo en general, son parte fundamental en la credibilidad de su discurso.
En el plano individual, Guillermo Beltrán cometió el error clásico en actores amateurs de entrar y salir del personaje dependiendo de si hablaba o no. Fernando Elizondo intentó mostrarse más ameno y amable que en otras ocasiones, pero lo que intentaba manifestar con el rostro no lo pudo sostener con el resto del cuerpo.
Rodrigo Medina, al querer mostrar mayor tranquilidad y seguridad, perdió intensidad corporal y se le notó sin la tensión corporal necesaria que requería el evento.
Ernesto Villarreal le dejó a la potencia de su voz y a la rapidez de su hablar el peso de su discurso.
Martha Zamarripa, a pesar de su experiencia en medios, no fue más allá en la búsqueda del voto y se quedó en usar los trucos de la conductora de televisión y no los del candidato.