Juan Carlos Cruz recuerda cómo, siendo un adolescente, él y otro muchacho se acostaban en la cama del sacerdote Fernando Karadima. Uno apoyaba la cabeza en el hombro del cura y el otro se sentaba cerca de sus pies. Entonces Karadima los besaba y los manoseaba mientras el reverendo Juan Barros observaba. Este es uno de los casos de los cuales se tiene mas memoria en todo lo que es la carpeta de investigación de abusadores eclesiásticos en America Latina.
“Barros estaba presente y veía todo… cuando Karadima nos estaba dando besos a nosotros o nos estaba toqueteando por encima del pantalón”, dijo Cruz, hoy un periodista de 51 años, a diferentes medios de comunicación.
Barros fue nombrado por el papa Francisco obispo de una diócesis del sur de Chile a partir de este mes, lo que provocó una oleada de protestas sin precedente de parte de las víctimas de abusadores eclesiásticos y de fieles católicos que sostienen que Barros encubrió los abusos sexuales cometidos por Karadima en las décadas de 1980 y 1990, cuando era su mentor y superior.
En 2011, una investigación del Vaticano declaró culpable a Karadima de abuso sexual y lo condenó a una vida de clausura, de “oración y penitencia”, lo que hace de este caso, el abuso sacerdotal de más alto perfil ocurrido en Chile.
De las muchas personas que se cree que fueron víctimas de abusadores eclesiásticos como Karadima sólo seis se atrevieron a denunciarlo ante la Iglesia y/o la justicia penal.
Barros se ha rehusado a comentar públicamente las acusaciones en su contra. Mientras fue obispo para las Fuerzas Armadas chilenas, dice que se enteró de los abusos de Karadima por una emisión de noticias que vio en 2010, según documentos judiciales.
Aunque no está acusado de abuso, Barros ha sido señalado por tres víctimas de haber atestiguado abusos sexuales en la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, de barrio El Bosque y que atiende a una comunidad de católicos de un barrio de ricos de Santiago.
Los feligreses, el clero y a los legisladores de Chile, un país eminentemente católico, están crispados y protestan por la decisión del papa de nombrar Barros, de 58 años, como líder espiritual de la diócesis de Osorno, una ciudad ubicada a 930 kilómetros (580 millas), al sur de Santiago.
El nombramiento fue rechazado por 1.300 laicos, 30 de los 35 sacerdotes y diáconos de su nueva diócesis y por 51 de los 120 diputados de Chile. Los legisladores le enviaron una misiva en febrero pasado al papa Francisco, a través del diputado socialista Fidel Espinoza, quien viajó a Roma y le entregó la misiva a la embajadora chilena en Italia para que la hiciera llegar al Vaticano.
Los políticos, los religiosos ni los laicos no recibieron respuesta del papa. El portavoz vaticano, Federico Lombardi, declinó hacer comentarios cuando se lo solicitó la AP.
The Associated Press trató sin éxito de contactar a Barros para conocer su opinión ante el rechazo que despierta en amplios sectores. Tampoco ha respondido a las acusaciones de víctimas o a las protestas suscitadas por su nombramiento.
En el juicio penal en Chile contra Karadima, entre 2010 y 2011, Barros aseguró que nunca vio nada.
“Tenemos el legítimo derecho a que llegue un pastor con autoridad moral y conducta moral irreprochables”, dijo a la AP Juan Carlos Claret, de 21 años, estudiante de derecho y líder del movimiento laical en Osorno.
El sacerdote Peter Kleigel, de 75 años, de la parroquia Sagrado Corazón de Osorno, hablando en nombre de los 30 religiosos de esa ciudad que cuestionaron el nombramiento de Barros, y quien envió una carta al nuncio pidiéndole apoyo para que se anulara la designación, dijo a la AP que “estamos convencidos que este nombramiento no es correcto porque según el derecho canónico, un obispo debe tener buena fama”.
“El señor obispo no nos parece creíble porque la Biblia dice que un obispo tiene que ser intachable y esa es nuestra preocupación pastoral prioritaria, y por eso nos movemos”, añadió.
Treinta de los 35religiosos de Osorno enviaron una carta similar al Nuncio Apostólico en Chile, Ivo Scapolo, pidiéndole apoyo para anular la designación, pero aún esperan respuesta, dijo Kleigel.
El caso ha generado interés también en el exterior, donde es seguido por víctimas, activistas y católicos y hay quienes opinan que al papa está traicionando su compromiso de esclarecer y combatir el abuso sexual de los religiosos.
Este mes, Francisco dijo que las parroquias sólo necesitan la bendición de Dios y de “su gente” para que puedan funcionar.
Anne Barrett Doyle, de BishopAccountability.org, un portal que recopila información sobre los abusos y la complicidad de obispos, dijo que el nombramiento de Barros es una “desconcertante contradicción” con la prédica de un pontífice que prometió combatir los abusos de raíz.
“El papa debió haber suspendido e investigado a Barros, no haberlo puesto al frente de otra diócesis”, dijo Barret Doyle en un correo electrónico enviado a la AP.
Por el contrario, a poco de que Barros asuma, el 21 de marzo, y desoyendo los múltiples pedidos para que su nominación sea anulada, la Nunciatura Apostólica emitió el sábado último un comunicado invitando a recibir al cuestionado obispo.
“La Nunciatura Apostólica renueva su confianza y apoyo” en Barros dice la nota que representa la voz del papa Francisco, publicada en el sitio en internet de la Iglesia católica.
Se estima en decenas los laicos, seminaristas y sacerdotes que pasaron por el círculo íntimo de Karadima, 84 años, en la parroquia de El Bosque, donde el cura llegó en 1958.
Allí ofició durante casi seis décadas y renunció en 2006 a la cabeza de su parroquia, como lo exige la iglesia cuando los religiosos cumplen 75 años.
Pero seis años antes de que renunciara, las acusaciones en su contra salieron a la luz pública, cuando un canal estatal de noticias emitió, en abril de 2010, una investigación sobre su conducta,
El arzobispo de Santiago entre 1998 y 2010, el cardenal Francisco Javier Errázuriz, recibió denuncias en contra de Karadima desde 2003 y en los años posteriores. Pero no investigó.
“Debo hacer presente que a ese entonces yo tenía dudas acerca de la verosimilitud de los hechos expuestos”, declaró Errázuriz ante las autoridades judiciales.
Dos meses después de la emisión de noticias, Errázuriz remitió las denuncias al Vaticano, en medio de la aparición de casos de abuso sexual de sacerdotes a nivel mundial.
Karadima, quien vive aislado en un convento de monjas, no puede tener contacto con nadie salvo su propia familia.
Barros también fue acusado por una víctima de romper una carta que varios personas que dicen haber sido abusadas enviaron en 1982 al entonces cardenal Francisco Fresno, de quien Barros era secretario privado.
En el juicio penal contra Karadima que concluyó en 2011, Barros aseguró que, “nunca tuve conocimiento de la existencia de esa carta, no la niego ni la afirmo”, según se lee en un documento de la jueza Jessica González, al que la AP tuvo acceso.
González dice que comprobó los abusos sexuales y que fueron un patrón de conducta “por lo menos desde 1962 en adelante”, pero no condenó al párroco porque los delitos ya habían prescrito.
Las víctimas dicen que tenían entre 14 y 17 años la primera vez que fueron abusados por Karadima.
Francisco Gómez, 52 años, publicista, aseguró a la AP que un amigo suyo ya fallecido, Juan Hoelzzel, que trabajaba en el departamento de prensa del arzobispado, cerca de Fresno, le contó que, “tu carta llegó, se leyó, se rompió y se botó”.
Quiso reenviarla pero Hoelzzel le dijo que mientras Barros siguiera allí, “no te quepa dudas de que va a volver a pasar lo mismo”.
Durante la investigación penal que se adelantó en contra de Karadima, Barros confirmó que Hoelzzel había trabajado en la oficina del arzobispo. En cuanto a la carta, documentos judiciales citan a Barros diciendo que no tenía conocimiento de la misiva, y que no iba a afirmar o negar su existencia.
Cruz también dijo a la AP que por la época que fue abusado, Karadima y Barros tuvieron intercambios sexuales entre sí, en su presencia.
“Vi a Karadima y Juan Barros besándose y tocándose entre sí. El tanteo generalmente vino de Karadima… tocar los genitales de Barros”, dijo Cruz en una carta de enero enviada al nuncio Scapolo.
Karadima dirigió la Unión Sacerdotal, un semillero de vocaciones sacerdotales y de obispos, que fue disuelta por el Vaticano en 2012 por sus dudosos procesos formativos. Barros era uno de los cuatro obispos formados por el párroco.
James Hamilton, un médico de 49 años y víctima sexual de Karadima, según comprobó el Vaticano y el juicio penal, no comprende por qué el papa nombró a alguien formado por el párroco desde los 13 años, a quien defendió de todas las denuncias de abusos.
La designación “lo único que hace es confirmarme el `marketing’ y el `show’ del papa. Sigue la iglesia igual, no ha cambiado”, señaló Hamilton a la AP.
“Todos fuimos testigos, Barros en particular, de los famosos besos cuneteados (al borde la comisura de los labios), de todo”, agregó. “Me tocó ver cómo Barros presenciaba y se mataba de la risa”.
Antes de su nombramiento, Barros fue obispo auxiliar de Valparaíso en 1995, en 2000 fue obispo de Iquique y en 2004 Juan Pablo II lo nombró obispo castrense. Ninguna de sus anteriores diócesis ha salido en su defensa.
Chile es uno de los países del mundo en que más han disminuido los fieles de la Iglesia católica, un 17% entre 1995 y 2013, según un estudio de la encuestadora regional Latinobarómetro.
El declinar de los fieles coincidió con una serie de escándalos de curas pedófilos y del ocultamiento de la Iglesia de ésos hechos, especialmente cuando el arzobispo y luego cardenal era Francisco Javier Errázuriz.
El papa Francisco integró a Errázuriz en 2013 a la comisión de nueve cardenales que revisan la Constitución Apostólica Pastor Bonus sobre la curia romana, pese a las múltiples denuncias de que ocultó abusos de religiosos y desestimó las denuncias de las víctimas contra Karadima.