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Por Redacción 16 de diciembre de 2025

Chiapas ha dejado de ser, desde hace mucho tiempo, aquel destino idílico de selvas exuberantes y cultura ancestral que presumían los folletos turísticos. Hoy, el estado más meridional de México se ha convertido en el epicentro de una tragedia humanitaria que combina lo peor de dos mundos: una pobreza estructural que no cede y una violencia criminal que ha escalado a niveles de conflicto bélico. Lo que ocurre en la frontera sur ya no es solo un problema de seguridad pública; es el colapso de la gobernabilidad y el abandono total de una población atrapada en el fuego cruzado.

Mientras la narrativa oficial intenta minimizar los hechos, la realidad en el terreno es insostenible. Grupos del crimen organizado se disputan cada kilómetro de carretera, cada vereda de la selva y cada comunidad indígena, no solo por el control de las drogas, sino por el tráfico de personas, el nuevo «oro» de las economías ilícitas. A continuación, presentamos un análisis crudo de las siete heridas abiertas que desangran a esta entidad.

1. La guerra abierta por el control territorial

La disputa entre el Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) y el Cártel de Sinaloa ha transformado la geografía chiapaneca. Lo que antes eran zonas de tránsito silencioso, hoy son campos de batalla explícitos. Municipios como Frontera Comalapa, Chicomuselo y Motozintla viven bajo un estado de sitio de facto.

No estamos hablando de delincuencia común. En Chiapas, los grupos criminales desfilan en convoyes artillados, instalan retenes a plena luz del día y utilizan drones con explosivos, tácticas de narcoterrorismo que han superado por completo a las policías locales y estatales. La población vive bajo el terror de las «levas» forzadas, donde jóvenes campesinos son obligados a servir como carne de cañón para las organizaciones criminales bajo amenaza de muerte para sus familias.

2. La mercancía humana: El negocio de la migración

La posición geográfica de Chiapas es su maldición. Al ser la puerta de entrada de Centroamérica, se ha convertido en el cuello de botella de la migración global. Sin embargo, el migrante ya no es visto solo como alguien que transita; ahora es una mercancía.

Los cárteles han diversificado su portafolio criminal. El tráfico de personas deja ganancias multimillonarias que rivalizan con las del narcotráfico. Las rutas migratorias están «concesionadas» por el crimen. Quien intenta cruzar sin pagar la cuota es secuestrado, torturado o desaparecido. La selva Lacandona y la región del Soconusco se han llenado de fosas clandestinas y de historias de horror que rara vez llegan a los noticieros nacionales, donde la vida humana tiene un precio tasado en dólares.

3. Pobreza extrema: La fábrica de miseria

A pesar de ser rico en recursos naturales, agua y energía hidroeléctrica, Chiapas se mantiene estancado como el estado más pobre de la federación. Según las cifras más recientes y la realidad observable, más del 75% de su población vive en algún grado de pobreza, y casi un tercio sobrevive en pobreza extrema.

Esta miseria es el caldo de cultivo perfecto para el crimen. Cuando el Estado no provee educación, salud ni empleo, el narco llega con despensas, «trabajo» y una falsa sensación de protección. La falta de oportunidades ha orillado a comunidades enteras a depender de la economía criminal para subsistir. Es un círculo vicioso donde la pobreza alimenta la violencia, y la violencia destruye cualquier intento de desarrollo económico legítimo.

4. El fenómeno de los desplazados internos

Una de las crisis más invisibilizadas es la del desplazamiento forzado interno. Miles de familias indígenas tzotziles, tzeltales y choles han tenido que abandonar sus hogares, sus tierras de cultivo y sus animales, huyendo de las balas y las amenazas.

Chiapas vive un éxodo silencioso. Pueblos enteros quedan fantasmales de la noche a la mañana. Estas familias terminan viviendo en campamentos improvisados en las montañas o hacinados en la periferia de San Cristóbal de las Casas, sin acceso a servicios básicos y bajo el trauma de haberlo perdido todo. Este desplazamiento rompe el tejido social y cultural de comunidades milenarias, generando una crisis de refugiados dentro de su propio país que las autoridades se niegan a reconocer oficialmente como tal.

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Chiapas: 7 Realidades Desgarradoras de un Estado Bajo Fuego y Pobreza 3

5. El silencio y la advertencia Zapatista

El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) lo advirtió hace años: «Chiapas está al borde de la guerra civil». Sus comunicados, a menudo ignorados por la clase política de la capital, describían con precisión quirúrgica el avance del crimen organizado y la complicidad de las autoridades locales.

Hoy, incluso las comunidades zapatistas, que durante décadas mantuvieron una autonomía relativa y niveles de seguridad superiores a los del resto del estado, se ven asediadas. El crimen no respeta ideologías ni autonomías; busca el control total del territorio. El ataque a las bases de apoyo zapatistas es una señal alarmante de que los últimos diques de resistencia comunitaria se están rompiendo ante el poder de fuego de los cárteles.

6. La economía paralizada y el turismo de riesgo

La inseguridad ha golpeado mortalmente a la economía legal. Los bloqueos carreteros constantes, el cobro de piso y los asaltos han hecho que el transporte de mercancías sea una actividad de alto riesgo. Los productores de café, plátano y mango ven cómo sus cosechas se pudren o son robadas.

El turismo, que solía ser una fuente vital de ingresos para Chiapas, se ha desplomado. Las alertas de viaje emitidas por gobiernos extranjeros recomiendan no visitar la entidad. Sitios arqueológicos como Yaxchilán han estado inaccesibles por meses debido a que las rutas de acceso están controladas por hombres armados. Los «Pueblos Mágicos» han perdido su magia para convertirse en zonas de silencio donde los hoteleros y restauranteros pagan extorsión para poder abrir sus puertas.

7. Un Estado fallido y la complicidad oficial

La pregunta que todos se hacen es: ¿Dónde está el gobierno? La respuesta es dolorosa: en muchos casos, está ausente; en otros, está coludido. La inacción de las fuerzas federales y estatales ante eventos flagrantes de violencia ha generado una profunda desconfianza en la ciudadanía.

La estrategia de «abrazos, no balazos» o la militarización pasiva no ha funcionado en el sur. La Guardia Nacional, aunque presente, a menudo se limita a ser una espectadora de los conflictos o a contener migrantes, mientras los grupos criminales operan con impunidad. En Chiapas, la línea que divide a la autoridad del delincuente se ha borrado. Alcaldes, policías y funcionarios viven bajo amenaza o en la nómina del crimen, dejando al ciudadano común en la indefensión absoluta.

Conclusión: El grito del sur

La situación actual no es una crisis pasajera; es el resultado de décadas de olvido, racismo y corrupción, exacerbadas ahora por una guerra de mercados criminales.

Salvar a Chiapas requiere mucho más que programas sociales asistencialistas o despliegues militares cosméticos. Requiere recuperar el territorio metro a metro, desmantelar las redes de complicidad política y económica, y sobre todo, reconocer la gravedad de la emergencia humanitaria. Mientras México mira hacia el norte, su frontera sur se desmorona, y con ella, la esperanza de millones de mexicanos que hoy viven secuestrados en su propia tierra.

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Chiapas: 7 Realidades Desgarradoras de un Estado Bajo Fuego y Pobreza 4

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