Buena parte de la población china puede contar con que será difícil dormir cuando comiencen las celebraciones pirotécnicas por el nuevo Año del Mono. De ellos se encargarán el repiqueteo de los petardos, el silbido de los cohetes y el estallido de unos fuegos artificiales que quizá tengan pólvora suficiente como para derribar un avión pequeño.
Pero este año podría ser más discreto, y los cielos podrían no ser tan espectaculares ni las calles tan ruidosas como otras veces.
Las ventas de fuegos artificiales en Beijing se han reducido a la mitad este año tras caer un tercio en 2015. La ciudad central de Zhengzhou es una de las cinco capitales de provincia que prohibieron por completo los fuegos. Shangai también los prohibió en el centro de la ciudad, pero en un guiño a las tradiciones sobre bodas, entregó gratis modelos electrónicos a los recién casados.
Tanto si se debe a un aumento de las restricciones municipales, a la preocupación por la polución, a una economía que pierde velocidad o simplemente a una pérdida de interés en un país que se enorgullece de inventar la pólvora, hay una creciente sensación, al menos entre los urbanitas chinos, de que los fuegos artificiales ya no son la tradición imprescindible de antes.
Wang Liwei, vecino del este de Beijing de 74 años, dijo haber oído muchos avisos públicos advirtiendo sobre el efecto de fuegos artificiales en la seguridad pública y la contaminación. En Beijing, donde los vecinos suelen enfrentarse a una turbia neblina en invierno, el gobierno ha cubierto las calles de carteles que piden moderación, y en el metro se ven carteles con un osito de peluche cubierto con una máscara de gas y con fuegos artificiales en una pata.
“Todo el mundo a mi alrededor ha visto la televisión o escuchado la radio en los últimos años, así que sabemos lo que hace con la polución”, dijo Wang. “Mis hijos y nietos no lanzan tantos como solíamos hacer nosotros, y eso no es un problema. ¿Por qué hay que volverse loco con eso?”.
Sin embargo, señaló que se oponía a una prohibición oficial como la que hubo en la ciudad durante la década de 1990, y que de todos modos muchos habitantes incumplían.
“Aún hay que lanzar unos pocos y enseñar la tradición a los niños”, añadió. “De otro modo no habría sensación de Año Nuevo”.
Se cree que los fuegos artificiales ahuyentan a los espíritus malignos y la mala suerte, y es tradicional comprarlos para actos como bodas y funerales. Pero para muchos chinos, especialmente de una generación anterior, su acre olor basta para recuperar recuerdos alegres del Festival de Primavera y todo lo que le rodeaba, desde los banquetes familiares a los sobres rojos con dinero regalados por los abuelos.
Pero para la policía es en cierto modo una pesadilla. En el periodo de Año Nuevo de 2015 hubo unos 15.000 incendios relacionados con fuegos artificiales, un 11% menos que el año anterior, según el Ministerio de Seguridad Pública.