El gigante asiático es el máximo exportador planetario junto con Alemania, es el primer acreedor de Estados Unidos, cuenta con la mayor reserva de divisas extranjeras, es el máximo consumidor de energía, el cuarto importador a nivel mundial, el primer importador de soja y el primer productor automotriz.
Pero en medio de este creciente poder y un potencial aparentemente inagotable, China está dando señales de reacomodamiento económico y desaceleración.
La producción manufacturera en julio se situó en su nivel más bajo en 17 meses, la importación de materias primas como petróleo, cobre y hierro se ha debilitado y la burbuja inmobiliaria sigue adelante con un aumento de un 40% de los precios en 36 grandes ciudades entre enero 2009 y mayo de este año (en Pekín y Shanghai el incremento es superior).
Los analistas estiman que en el presente trimestre la economía caerá por debajo del 10% por primera vez en el año gracias a la intervención del gobierno chino que quiere evitar los riesgos de un sobrecalentamiento y el vértigo especulativo inmobiliario.
Según Shuijie Yao, economista chino de la Universidad de Nottingham, en el Reino Unido, el país está atravesando un importante cambio estructural.
“China está en medio de un ajuste estructural a nivel industrial para limitar nuestra excesiva dependencia del sector exportador y el alza que esta demanda produce en los precios energéticos y las materias primas”, señaló Shuijie Yao.
El enigma es qué impacto tendrá todo esto sobre un mundo que todavía está recuperándose del estallido financiero de 2008.
La Unión Europea (UE) ha tenido que luchar este año con un crecimiento anémico y la crisis de la deuda soberana en la eurozona, pero a principios de agosto recibió una inyección de optimismo cuando se informó que Alemania había crecido un 2,2% en el segundo trimestre.
El crecimiento germano llegó de la mano del sector exportador, fundamental en su economía, y llevó a muchos analistas a interpretar el dato como una clara señal de recuperación de la demanda mundial y el comercio.
En realidad, es una clara prueba del creciente peso que tiene China.
El director de los fabricantes de maquinaria de Alemania (VDMA, por sus siglas en alemán), Hannes Hesse, reconoció al diario británico Financial Times que la recuperación de su sector, segundo rubro de exportación nacional, se debe casi exclusivamente a la demanda china.
“Sin China no hubiéramos experimentado esta recuperación. Como tendencia da miedo”, señaló Hesse.
Esta presencia china fue también determinante en el repunte del sector automotriz, líder en las exportaciones germanas. El enigma es si el actual enfriamiento económico chino y el ajuste crediticio afectarán estas cifras.
La relación bilateral tiene algo simbiótico y peligroso: China es el primer acreedor de Estados Unidos que es al mismo tiempo el primer destino de sus exportaciones.
Una fuente de tensión ha sido el creciente déficit comercial estadounidense que en junio trepó a $28.700 millones, el más alto desde enero de 2009.
Congresistas demócratas y republicanos analizan desde hace tiempo la posibilidad de aplicar represalias a China a menos de que Pekín aprecie su moneda y reequilibre la balanza comercial.
En este sentido, según Shuije Yao, la actual reestructuración económica china podría ayudar a solucionar el problema.
“El ajuste estructural procura potenciar el mercado interno y disminuir nuestra dependencia de las exportaciones. En los primeros siete meses las importaciones chinas se incrementaron con todo el mundo, incluido Estados Unidos”.
La plena incorporación de China al comercio internacional a principios de siglo cambió una ecuación que en las décadas previas parecía irreversible: la tendencia al abaratamiento de las materias primas.
Desde 2000 el precio de los commodities se disparó sea en productos energéticos, minerales o alimentos.
Especialistas del sector petrolero, como Sam Chambers, señalan que el 40% del incremento de consumo petrolero entre 2004 y 2009 se debe a China.
Los chinos importan soja de Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, cobre de Chile, Zinc de Perú, petróleo de Venezuela, y inversiones regionales de peso en el sector de hidrocarburos.
En 2000 el comercio chino con la región era de $10.000 millones. Hoy es $100.000 millones.
El impacto de una desaceleración china sería menor con los productos alimentarios debido a su menor dependencia de los ciclos económicos (a menos que haya hambruna, la gente siempre come).
En otros productos más vinculados con la actividad económica e industrial el impacto puede ser mayor.
“Los precios van a seguir siendo altos, pero no tan altos. Creo que estos países que se beneficiaron en su momento, podrán absorber una eventual disminución de los valores”, señala Suije Yao.
Es posible, pero ya hay tensiones en el comercio China-América Latina.
El superávitregional existente hasta 2005 se ha evaporado de la mano de las exportaciones manufactureras chinas que ha impactado muy fuerte a algunos países.
México tiene un déficit de comercio bilateral de $28.000 millones mientras que las centrales empresarias de Brasil y Argentina de la erosión de una base industrial debido a una avalancha de productos chinos subsidiados