De San Pedro Sula todos salieron satisfechos. Tanto los que querían que se eliminara la suspensión de Cuba, como los que querían que quedara condicionada a una eventual negociación.
También queda satisfecho el gobierno de Cuba que, aunque asegura que no está interesado en reincorporarse al foro interamericano, recibió un fuerte respaldo y para algunos hasta una reivindicación histórica.
Pero quizá la que más satisfecha está es la propia OEA, que con la decisión tomada en la recién finalizada XXXIX Asamblea General logra bajar el tono de las críticas que le habían venido haciendo en las últimas semanas algunos de sus miembros.
Desde el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, el de Ecuador, Rafael Correa, y hasta el propio anfitrión de la Asamblea, el hondureño Manuel Zelaya, expresaron sus insatisfacción por el funcionamiento del organismo.
El empantanamiento que se registró en las negociaciones parecía dar razones a esas voces y fundamentar sus demandas de crear un espacio político exclusivamente latinoamericano, que no esté condicionado por las políticas de Washington, como aseguran sus críticos que es el caso de la OEA.
Pero hoy las tradicionales declaraciones sobre el reforzamiento de la OEA que se hacen tras la adopción de decisiones difíciles, esta vez quizás tienen más vigencia.
“Creo que avanzamos en este hemisferio. Creo que la OEA se fortalece con esto”, expresó un satisfecho secretario general, José Miguel Insulza, apenas salido de la sesión que adoptó el fin de la sanción a Cuba.
Sin embargo, en esa misma sesión minutos antes el canciller venezolano, Nicolás Maduro, insistió con vehemencia en que la organización debe reformarse.
A la salida del encuentro, en una entrevista con BBC Mundo Maduro aseguró que “la OEA lo que tiene que hacer es entrar en un profundo proceso de revisión”.
“Nosotros hemos planteado un proceso de refundación de la OEA para desmontar los mecanismos imperiales que una burocracia que se instaló hace 60 años todavía practica”, afirmó el canciller venezolano.
En círculos diplomáticos se estima que de no haberse logrado el consenso en la resolución sobre Cuba, la OEA pudo haber sufrido un fuerte golpe a su imagen.
La decisión sobre anular la resolución de 1962 fue tomada por consenso.
“No es que la acción de la OEA fuese la respuesta a una situación en la que si no se adoptaba podía ser perjudicial para la organización (…) Pero de todos modos ha habido una actitud de cambio histórico”, dijo Arroyo.
Sin embargo, el embajador Arroyo reconoció que la falta de acuerdo o de un resultado contrario a Cuba habría sido muy perjudicial para la imagen del organismo.
De todos modos, algunos analistas reconocen que la decisión pospone la discusión sobre eventuales condiciones para un eventual reingreso cubano al organismo, algo que sería la prueba de fuego sobre la eficacia del foro.
Si bien la decisión de San Pedro Sula neutraliza a un sector de críticos, activa a otros, sobre todo los que consideran que la medida no toma en cuenta lo que califican como un pobre historial cubano en materia de derechos humanos o libertades políticas.
Ya en EE.UU. sectores más conservadores vinculados al Partido Republicano, que suelen no confiar en los espacios multilaterales, han expresado su decepción por la revocatoria de la suspensión por parte de la OEA.
Este martes un grupo de congresistas presentó un proyecto de ley que retiraría los fondos estadounidenses destinados a la OEA en caso de que la reincorporación cubana se haga efectiva.
El senador republicano por New Jersey, Bob Menéndez, emitió un comunicado en el que asegura que la “débil resolución socava los fundamentos de la OEA porque ofrece palabras vacías de los principios sobre los cuales se basan sus estatutos democráticos”.
“Este es un día triste para los activistas de derechos humanos, prisioneros políticos y periodistas independientes que están luchando dentro de Cuba para promover un cambio democrático pacífico”, estima Menéndez.
Es previsible que aparejados con los cuestionamientos a la OEA se le generen algunos problemas de política doméstica al presidente Barack Obama