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Por Redacción 27 de diciembre de 2025

Al cerrar el calendario de este año, la estadística más dolorosa del país no se mide en pesos ni en votos, sino en ausencias. El fenómeno de los desaparecidos en México ha dejado de ser una «consecuencia colateral» de la seguridad pública para convertirse en la columna vertebral de una crisis humanitaria que, en este 2025, parece lejos de resolverse. Mientras las familias recogen los adornos navideños, miles de hogares se enfrentan al silencio de una habitación vacía, preguntándose dónde están sus hijos, padres y hermanos.

Lo que comenzó hace casi dos décadas como una «Guerra contra el Narco» con enfrentamientos visibles, ha mutado en una maquinaria de ocultamiento silenciosa y burocrática. Hoy, hablar de desaparecidos en México es hablar de una tragedia de dos caras: la de quienes son sustraídos por la violencia criminal y la de quienes son «vueltos a desaparecer» por la ineficacia institucional y el colapso forense. A continuación, presentamos una crónica detallada en siete puntos para entender cómo estamos hoy y por qué esta herida nacional sigue sangrando.

1. La evolución del horror: De 2006 a 2025

Para comprender la magnitud actual de los desaparecidos en México, debemos mirar el retrovisor. En 2006, la militarización de la seguridad pública desató una ola de violencia que disparó las cifras de homicidios. Sin embargo, con el paso de los años, los grupos criminales cambiaron de táctica: ya no dejaban cuerpos en la vía pública para «calentar la plaza», sino que optaron por la desaparición forzada y el uso de fosas clandestinas para borrar evidencias.

En este 2025, la estrategia del crimen organizado se ha sofisticado. Ya no solo desaparecen rivales; desaparecen ingenieros para construir redes de comunicación, migrantes para el trasiego de drogas y jóvenes para el reclutamiento forzado. La crisis de desaparecidos en México ha democratizado el terror: ya no hay perfil «seguro». Desde campesinos en Michoacán hasta estudiantes en Zapopan, cualquiera puede ser víctima de esta sustracción de la existencia.

2. El colapso forense: Cuerpos sin nombre

Una de las realidades más brutales de este año es que muchos de los buscados podrían estar ya bajo resguardo del Estado, pero sin identidad. La crisis de desaparecidos en México tiene un gemelo siniestro: la crisis forense. Se estima que hay más de 60,000 cuerpos no identificados en los servicios médicos forenses (SEMEFOs), fosas comunes municipales y centros de resguardo.

Las familias buscan en cerros y desiertos, mientras la burocracia tiene los restos apilados en morgues saturadas. La falta de unificación en las bases de datos genéticos y la escasez de peritos antropólogos han creado un «cuello de botella» monstruoso. En 2025, encontrar un cuerpo no garantiza devolverlo a casa; el proceso de identificación puede tardar años, revictimizando a quienes solo buscan un lugar donde llorar.

3. Las Madres Buscadoras: La resistencia moral

Ante la inacción del Estado, la respuesta ha venido de la sociedad civil, específicamente de las mujeres. Los colectivos de «Madres Buscadoras» se han convertido en los verdaderos peritos de campo del tema de desaparecidos en México. Con picos, palas y varillas, recorren predios que la policía ignora, enfrentándose a amenazas de muerte, climas extremos y al dolor psicológico constante.

Este año, lamentablemente, también fue letal para ellas. Varios activistas fueron asesinados por buscar la verdad, demostrando que en México, buscar a un familiar es una sentencia de riesgo máximo. Ellas han suplido la labor de investigación de las fiscalías, encontrando no solo fosas, sino «campos de exterminio» activos que evidencian la impunidad territorial.

4. La geografía del olvido: Jalisco, Tamaulipas y el Nuevo Sur

Si bien el fenómeno es nacional, la concentración de desaparecidos en México tiene códigos postales rojos. Jalisco se ha mantenido durante 2025 como el epicentro de las desapariciones, impulsado por las disputas internas del CJNG. Tamaulipas, con su «carretera de la muerte» hacia la frontera, sigue siendo un agujero negro para migrantes y viajeros.

Sin embargo, este año vimos un desplazamiento del fenómeno hacia el sur. Chiapas y Guerrero han reportado alzas alarmantes, vinculadas a la disputa por el control de la frontera sur y las rutas de tráfico humano. La mancha de los desaparecidos en México se expande, cubriendo zonas que antes se consideraban ajenas a la violencia extrema del norte.

5. La «Desaparición Administrativa» y el censo

Una polémica que marcó el 2024 y continuó en 2025 fue el manejo de las cifras oficiales. El intento gubernamental de «depurar» el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO) generó indignación. Cambiar el estatus de una persona de «desaparecida» a «no localizada» o «ubicada sin prueba de vida» fue visto como una estrategia para maquillar la realidad electoral.

Para las familias, esta manipulación estadística es una segunda desaparición: la administrativa. Borrar un nombre de la lista no borra la ausencia en la mesa. La lucha por el reconocimiento real de las cifras de desaparecidos en México es hoy una batalla política, donde los colectivos exigen que no se reduzca la tragedia a un número conveniente para el informe de gobierno.

Desaparecidos en México
Desaparecidos en México: 7 Realidades Desgarradoras de una Crisis que No Toca Fondo 3

6. La impunidad como motor de la reincidencia

¿Por qué sigue ocurriendo? La respuesta es simple y aterradora: porque no tiene consecuencias. El índice de impunidad en los delitos de desaparición forzada supera el 98%. Quien desaparece a alguien en México tiene la casi total certeza de que nunca pisará la cárcel por ello.

Esta falta de castigo incentiva la repetición del delito. Los perpetradores saben que el sistema de justicia está colapsado y que las carpetas de investigación sobre desaparecidos en México suelen archivarse tras las primeras 72 horas si no hay presión mediática. La «pedagogía del terror» funciona porque el Estado ha renunciado, en la práctica, a su monopolio de la justicia en vastas regiones del territorio.

7. El futuro: ¿Hay esperanza para 2026?

Al mirar hacia el futuro, el panorama es sombrío pero no exento de esfuerzos. La creación de Centros de Identificación Humana y la presión internacional de organismos como la ONU mantienen el tema en la agenda. Sin embargo, para frenar la máquina de desaparecidos en México, se requiere más que tecnología forense; se requiere voluntad política para desmantelar las redes de protección macro-criminal.

Mientras no se ataque la estructura económica y política que permite estas desapariciones, seguiremos contando ausencias. La esperanza reside en la resiliencia de los colectivos y en una ciudadanía que, poco a poco, deja de ser indiferente ante el dolor ajeno.

Conclusión: Una herida que nos define

El tema de los desaparecidos en México no es solo un problema de seguridad; es el fracaso ético de una generación. Cada persona que no regresa a casa es un recordatorio de que el contrato social está roto.

Al cerrar este 2025, la exigencia sigue siendo la misma: Vivos se los llevaron, vivos los queremos. Y si no, por lo menos la dignidad de un nombre y una tumba donde la incertidumbre termine.

Desaparecidos en México
Desaparecidos en México: 7 Realidades Desgarradoras de una Crisis que No Toca Fondo 4

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