La agresión que sufrió Silvio Berlusconi agitó el espectro de la violencia política en Italia, un país traumatizado por los “años de plomo” en los años 70, lo que llevó a la oposición de izquierda y a la mayoría de derecha a encarar una posible tregua tras el llamado al diálogo formulado por el jefe de gobierno.
Aún si la brutal agresión sufrida el domingo por Berlusconi fue el gesto aislado de un desequilibrado con trastornos mentales, la alarma por un posible retorno del terrorismo aumentó después del descubrimiento el jueves en la Universidad Bocconi de Milán de una carta-bomba reivindicada por un grupo anarquista.
Berlusconi, que estuvo internado cuatro noches por las heridas al rostro, lanzó un llamado el jueves, apenas fue dado de alta, a favor de “una nueva era de diálogo”, aunque con tono menos conciliador, prometió seguir con sus reformas.
“El clima político no es malo, es repugnante”, aseguró a la AFP el experto en asuntos de terrorismo italiano Giovanni Fasanella, autor de numerosos libros sobre las Brigadas Rojas.
“Hay muchas señales de una posible reanudación del terrorismo”, sostiene Fasanella, al recordar las detenciones recientes de nuevas células de las Brigadas Rojas en Roma y Génova y el desmantelamiento hace dos años de otras en el nordeste y norte de la península
Para el experto es “alarmante” que durante la misma noche de la agresión a Berlusconi se haya formado en Facebook un grupo de 50.000 personas que simpatizaban con el gesto del agresor, Massimo Tartaglia.
Fasanella mencionó también como revelador un sondeo que sostiene que dos italianos sobre diez justifican el ataque por las continuas “provocaciones” de Berlusconi.
Advierte igualmente que existe una fuerte violencia de la extrema derecha “de corte racista y contra los homosexuales”, la cual además es muy activa en internet.
El contexto es de todos muy diferente al de los “años de plomo”, cuando el terrorismo político de todo signo dejó un saldo de 500 muertos y 2.000 heridos entre 1969 y 1978.
Entonces las Brigadas Rojas contaban con “el apoyo de amplios sectores de la opinión pública y del mundo del trabajo”, subrayó el ministro del Interior, Roberto Maroni.
Los politólogos constatan que impera un clima de fuerte enfrentamiento, concentrado en la persona de Silvio Berlusconi, quien ha tenido un año más que difícil, sacudido por los escándalos sexuales, el pedido de divorcio, las acusaciones de complicidad con Cosa Nostra de un arrepentido de la mafia y sobre todo el levantamiento de la inmunidad penal por lo que se reiniciaron dos juicios (fraude y corrupción) en los que puede ser condenado.
Ante la cadena de escándalos, Berlusconi se siente víctima del “odio” y acusa a los “jueces rojos”, la izquierda, los comunistas y opositores de alimentarlo.
Para el filósofo Paolo Flores d’Arcais, director de la prestigiosa política Micromega, es “la derecha berlusconiana la que incita a la violencia e intenta callar a la oposición”.
Como varios intelectuales de izquierda, está convencido de que Berlusconi “quiere destruir la Constitución e instituir una dictadura”.
Otros comentaristas entrevistados estiman que los dos campos exageran y se equivocan.
“De un lado tenemos una minoría de jueces politizados, de diarios e intelectuales convencidos de que Italia está gobernada por un tirano mafioso y fascista y del otro lado tenemos a un Berlusconi con mentalidad de empresario, sin sentido del Estado, un gladiador que necesita la lucha para cargar sus baterías”, comentó Fasanella.
En ese contexto, los medios especulan sobre un posible “pacto democrático” entre los moderados democratacristianos de la UDC y una parte del Partido Democrático, mayor fuerza de oposición, con Berlusconi para que abandone sus controvertidos proyectos de reforma de la justicia a cambio de un mecanismo que suspenda los juicios.