Divisiones de Kosovo empañan el octavo aniversario de la independencia. Ocho años después de declarar su independencia, las protestas en el Parlamento y en las calles de Kosovo contra un acuerdo para normalizar relaciones con Serbia ponen en duda la capacidad de este pequeño país para superar sus divisiones.
Según Albin Kurti, uno de los diputados de la oposición que lanzaron gases lacrimógenos en el Parlamento para protestar, estas medidas radicales son necesarias para salvar el país.
“Quizá la gente se sienta un poco escandalizada. Pero creo que la mayoría entenderá que tiene que haber mucha miseria en este país, un gran peligro para que los parlamentarios se vean obligados a hacer algo así”, explica a la AFP en la oficina de su partido en Pristina, la capital de Kosovo.
Desde octubre, él y otros diputados han paralizado sistemáticamente el Parlamento con gases lacrimógenos, una acción condenada por la comunidad internacional y por la que Kurti ha tenido que cumplir una pena de prisión y de arresto domiciliario. También se han vivido protestas en las calles, igualmente reprimidas con gases gases lacrimógenos.
El principal motivo de protesta es el acuerdo con Serbia, auspiciado por la Unión Europea, que dará más poder a la minoría serbia del país. Los opositores temen que exacerbe todavía más las divisiones étnicas y dé más poder a la vecina Serbia, con la que los kosovares albaneses ya se enfrentaron en varias guerras en los años 1990.
“Estamos totalmente decepcionados. Kosovo no es lo que soñábamos que iba a ser”, dice Petrit Ramadani, un informático de 32 años que recuerda la euforia de hace ocho años y que el miércoles, el día del aniversario, participará en una manifestación contra el Gobierno.
Junto a otros muchos kosovares, Ramadani acusa al Gobierno actual de corrupción, retraso en el desarrollo y de marginar a la mayoría musulmana de este país de 1,8 millones de habitantes, el 70% de ellos de menos de 35 años y con un 40% de paro, según cifras del Banco Mundial.