Donald Trump ha prometido hacer trizas los acuerdos comerciales que Estados Unidos tiene con otros países y multar las importaciones desde México y China. Incluso se ha negado a comer galletas Oreo para protestar porque Nabisco trasladó su fábrica de galletas de Chicago a México.
Al atacar los acuerdos comerciales, el aspirante presidencial republicano está expresando la creencia, común entre muchos de sus disgustados simpatizantes, de que la competencia extranjera se está robando los empleos estadounidenses y encogiendo los salarios.
“Nos está matando el comercio, destruyendo absolutamente”, dijo Trump.
Su asalto a los acuerdos comerciales -que de alguna forma hace eco a argumentos del aspirante demócrata Bernie Sanders- parecen ganar en política. Pero el análisis de Trump a la forma como los acuerdos comerciales afectan a los trabajadores estadounidenses es fallido y como presidente batallará para cumplir sus promesas.
Estados Unidos tiene un intercambio comercial desbalanceado con otros países. El año pasado importó 2,76 billones de dólares y servicios y exportó 2,22 billones. La diferencia de 540.000 millones -el déficit comercial- fue la séptima mayor registrada. Sin embargo, desde 1975 Estados Unidos no ha reportado superávit comercial.
Trump, autor del libro “The Art of the Deal” de 1987 y que fue un éxito en ventas, argumenta que los negociadores estadounidenses son entrampados por astutos negociadores en China, México y Japón y logran entrar al mercado estadounidense sin garantizar el mismo acceso al suyo.
Pero muchos economistas cuestionan los argumentos de base de Trump. Los acuerdos comerciales por lo general tienen poco efecto en los empleos -ya sea positivo o negativo- en parte porque la economía estadounidense ya está abierta a la competencia extranjera. Fuerzas más grandes como enormes brechas salariales entre Estados Unidos y los países en desarrollo, o la automatización que permite a las empresas reemplazar a los trabajadores, tienen un papel mucho mayor.
Trump prometió dejar de comer galletas Oreo después de que Mondelez International, dueña de Nabisco, anunció que reemplazaría nueve líneas de producción en Chicago con cuatro en México.
También prometió demandar que United Technologies revierta la decisión de cambiar de Indiana a México dos plantas y eliminar 2.100 empleos. Si se niega, advirtió que gravará todo lo que la empresa construya en el país vecino y lo importe a México.
El aspirante que encabeza las preferencias también ha dicho que impondrá impuestos a las importaciones de autos desde México para evitar que las automotrices estadounidenses cambien sus líneas de producción al país del sur.
Sin embargo, esto es más fácil de decir que de hacer.
Para imponer esas tarifas posiblemente se necesite la aprobación del Congreso, además se estarían violando los compromisos que Estados Unidos hizo cuando se unió a Tratado de Libre Comercio de 1994 con Canadá y México, y los aranceles podrían ocasionar una respuesta por parte de México.