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Actualmente se vive un escándalo porque el precio del huevo rebasa ya los $40 por kilogramo. Para muchos, este es un exceso; para otros, es algo que implica que hay especuladores malvados queriendo abusar del pueblo. Para otros más, se requiere la acción del estado de inmediato para bajar el precio del producto de inmediato. Es el dilema del huevo.
La verdad es que el mayor dilema en torno al precio del huevo no es en sí el alto precio, sino la poca información económica y de análisis que hay al respecto. Muchos parten de un análisis estrictamente moral: dado que el huevo es la proteína animal para consumo humano más barata, debe estar necesariamente al alcance del bolsillo popular.
La verdad es que el desabasto de huevo y su alto precio relativo es consecuencia, natural pero imprevista, de la fiebre aviar que afectó hace un par de meses al país. Si Jalisco, el principal estado productor de gallina, y por tanto de huevo, tuvo que perder buena parte de su producción, era lógico que se vendría una caída de la oferta, si no inmediata, si cercana en la producción de gallina y en un par de meses, de huevo y por lo tanto si aumenta la escasez, el precio aumenta.
Sin embargo, recién ahora que el precio supera los $40, la Secretaría de Economía anuncia que, “si en dos semanas no baja el precio, abriremos la importación sin arancel totalmente libre del producto”. Dos semanas es demasiado tiempo para hacer un ajuste de este tipo. Debe hacerse ya.
La verdad es que el precio alto se debe a que hay menos huevo del que solíamos tener, sin embargo es el precio de equilibrio del mercado; es decir, al precio en que los vendedores y los compradores están de acuerdo que puede cerrarse una transacción. Por supuesto, a un precio menor más gente compraría, y ante el precio alto menos gente compra. Es decir, no se requeriría más intervención en el mercado que dejar flotar el precio y que la gente que pueda vender huevo en $30 en lugar de $40 venda aún más y por lo tanto, gane más dinero que quien quiera especular.
Sin embargo, al pretender que el gobierno estabilice el precio, uno de los argumentos es que el pueblo pueda comer proteína barata. La verdad es que es más barata la proteína de pescado, como los charales o los chapulines. El problema es que no son precisamente lo que más le gusta la gente, y en algunos usos como en la repostería el huevo tiene pocos beneficios.
México parece de un grave problema: no está acostumbrado a observar fluctuaciones al alza y a la baja de los precios, más allá de los cambios estacionales en frutas y verduras. La gasolina sube cada mes, pero no por la fluctuación internacional sino por un acuerdo de la Cámara de Diputados. Pero jamás baja. Un artículo se ponen en promoción u oferta por una baja temporal de precios decidida por el vendedor, no porque haya mas competencia. En resumen, el dilema del huevo es nuestra falta de conocimiento económico, ya que el mercado mexicano no es un adecuado regulador de información y de precios. Cualquier intento de ajustar el precio vía controles es simplemente una manera de hacer discurso populachero, acusar a algunos, y sin duda, para que algunos enriquezcan fuera de toda proporción.
Si se quiere acabar con la especulación, la mejor forma es abrir el mercado, de inmediato y sin arancel, permitir más vendedores (aunque Bachoco se queje) y privilegiar otras proteínas de origen animal. Y no sólo en el dilema del huevo: en bancos, televisión, telecomunicaciones… Y todo lo que creas posible.