Aun sin embarcarse en grandes cambios internos, Cuba cosecha por anticipado su reconciliación con Estados Unidos. Cortejado por inversionistas y gobiernos como Francia, el país vive un esplendor diplomático difícil de imaginar después de décadas de aislamiento.
Quizá la imagen que para los analistas mejor sintetiza la renovada cara exterior de Cuba es la de la inédita visita de Estado que realizó esta semana el presidente Raúl Castro a París, donde recibió una vez más el apoyo de su homólogo Francois Hollande a la causa cubana contra el embargo estadounidense vigente desde 1962.
“Con el fin de la política de aislamiento de Washington – que había fracasado en generar cambios en la isla – Francia se pone a la cabeza de un grupo de países que desean estrechar lazos con Cuba para aprovechar una eventual apertura económica”, dijo a la AFP Michael Shifter, presidente de Diálogo Interamericano, un centro de análisis con con sede en Washington.
Asimismo, “ante la parálisis española y el despertar tardío alemán en el tema, Francia es el interlocutor ideal” para las nuevas relaciones de Cuba y la Unión Europea, deterioradas por años por el asunto de los derechos humanos, explica a la AFP Arturo López-Levy, politólogo de la Universidad de Texas Valle del Río Grande.
El gobierno de Hollande encabezó las recientes negociaciones de Cuba con sus acreedores del Club de París que le permitieron una condonación de deuda de 8.500 millones de dólares.
Pero no solo es la fotografía de Castro con abrigo estrechando la mano de Hollande frente al Palacio del Elíseo, sobre alfombra roja, la que refleja la actual imagen externa de Cuba.
También está como prueba el desfile continuo por la isla de altos funcionarios de Europa y de Estados Unidos, acompañados de inversionistas que no quieren perderse las oportunidades que, creen, ofrecerá este polo turístico en expansión (en 2015 alcanzó el récord de 3,5 millones de visitantes), con mano de obra calificada y ubicación estratégica en el Caribe.