Quien lo fuera a decir, la cancilleria tiene en este momento, graves y delicados asuntos que tratar, no solo por los niños emigrantes de américa latina, sino también porque antes había sido impensable que decenas de estadounidenses fueran asesinados en México (la cifra es de 648 entre los años 2002 y 2012) y que ello no ocasionara, cuando menos, un airado regaño del poderoso vecino del norte por no decir quizá una amenaza de invasión o graves sanciones a dicho país.
Hoy esa realidad se asume como parte de la corresponsabilidad de ese país en la situación de violencia al sur del río Bravo, algo que los propios norteamericanos no pueden dejar de lado puesto que ellos venden las armas y desde luego, ellos mismos son consumidores de la droga que el narcotráfico mexicano vende y lleva a Estados Unidos.
Interesante la relación amor odio, amor en materia de comercio, odio cuando se habla de la defensa de los derechos humanos donde los norteamericanos creen tener la autoridad moral para decirle al mundo (incluido México) que hacer o como hacerlo.