La retrospectiva El mundo invisible de René Magritte se erige como la más completa exposición de un artista en este año de celebración por los l00 años de la Revolución y los Zoo de la Independencia de México. Ante la figura del taciturno artista belga se ha movido la voluntad de 33 instituciones internacionales que colaboraron para hacer realidad la exposición.
“Pensamos que 2010 es la fecha ideal para la exposición. Si bien ésta no se encuentra relacionada con los eventos históricos de México, hay que recordar que hace un siglo Porfirio DÃaz celebró la Independencia con exposiciones de arte japonés, español y francés â??indica Velásquezâ??. Lo que veremos en esta muestra es al mundo rindiendo homenaje a un artista, cuya obra se presenta en una nación que celebra su Independencia”.
Un paÃs que además fue refugio y musa del surrealismo. “Quizá parezca que Magritte no tiene nada qué ver con México. Sin embargo, uno de los vÃnculos entre el artista y este paÃs es la relación de Magritte con artistas como Edward James, quien no sólo fue un gran amigo suyo, sino que fue el constructor de la surrealista edificación de Las Pozas, en San Luis PotosÔ.
De hecho, fue gracias al mecenazgo de este inglés entusiasmado por México que Magritte dejó la publicidad para concentrarse en la pintura.
Del cubismo al fauvismo, del futurismo al surrealismo belga, la obra de Magritte ha transitado en diversas corrientes, generando reacciones airadas o sorprendidas, como las que producen sus obras del llamado periodo vache (1948): una treintena de piezas totalmente distintas al resto de su obra. Adoptando pinceladas rápidas y motivos inspirados en elementos populares, Magritte se ganó el total rechazo de la crÃtica parisina.
“Magritte creó polémica â??concluye Roxana Velásquezâ??. Eso es lo rico del arte: que no haya una tesis definitiva, que siempre existan contradicciones”.
Polémica, duda, sensación de extrañeza, eso es lo que contienen las 15o piezas que abarcan 4o años de labor de un hombre que no pintaba pipas. q Imágenes: CortesÃa del Palacio de Bellas Artes