En una ciudad de provincia, de cuyo nombre no quiero acordarme para no quemar a los habitantes: hace unos meses fui invitada a regularizar a unos chicos de primero de secundaria que van reprobando español, lengua materna de los mexicanos.
Mejor ni hablar de las instalaciones de la escuela oficial â??si a mà se me iban las ganas de instruir en semejante pocilga, ya imagino el ánimo invernal de los entumecidos chamacosâ??, pero qué tal mis ejemplares alumnos: un mocoso de doce años con el cuello tatuado, una escuincla golpeadora que va para guarura o granadera o Ministerio Público; otro chavo con problemas de memoria por inhalar sustancias de venta legal (cemento, adhesivos, etcétera)… ya qué digo sobre el pobre niño de tercero que, según la profesora encargada, estaba ahà porque nomás no sabÃa â??nada de nadaâ?.
Comencé la primera clase con un repaso de las reglas de acentuación â??agudas graves esdrújulas, ene ese o vocalâ??, pero los estudiantes no distinguÃan un sustantivo común de uno propio; en clases posteriores vi que de plano piensan que â??árbolâ? es un verbo porque denota acción (?).
A la hora del receso fui al salón de matemáticas: el profesor no dejaba salir a un chico que leÃa sin parar el consabido â??dos por uno, dos; dos por dos, cuatroâ?; veinte minutos después, por increÃble que parezca, el pobre niño seguÃa sin aprenderse la tabla de multiplicar.
El profesor, quien ha sido docente durante más de treinta años, dijo que en provincia es de lo más normal aprobar a los alumnos aunque apenas sepan escribir su nombre, y asà pasan a preparatoria aunque deserten luego de algunos cuantos semestres�
Y mientras el Secretario de Educación Pública culpa a los padres de familia y éstos al Sindicato de Elba Esther Gordillo, la juventud prefiere ser ni-ni o buscar chamba de narcomenudista y hasta de sicario. ¿Pero a quién le importa, si México es el paÃs donde no pasa nada?
Jéssica de la Portilla Montaño AKA *Gina Halliwell*,
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