La actriz italiana Elisabetta Canalis y la modelo británica Naomi Campbell protagonizaron anoche el Baile de la Ópera de Viena, el clímax del carnaval austríaco que cada año atrae a miles de personalidades del mundo del arte, la política, el deporte y la economía para bailar valses y polca
Sin embargo, un incidente se llevó la noche, pues gracias al pronunciado escote de Elisabetta Canalis, que finalmenmte la traicionó, su imagen se volvió tendencia mundial.
Elisabetta Canalis era esperada en la capital austríaca pues su anfitrión, el octogenario constructor vienés Richard Lugner -que cada año paga a una famosa para que lo acompañe al elegante y elitista baile- lo había anunciado con su pompa habitual.
La actriz Elisabetta Canalis que fue pareja del actor George Clooney entre 2009 y 2011 y que ya el miércoles había atraído a numerosos hombres que hicieron cola para verla en una cita donde firmó autógrafos, evitó la alfombra roja en la entrada principal de la Ópera.
Decenas de fotógrafos la aguardaban allí, pero ella entró por una puerta lateral y deslumbró vestida de rojo por la diseñadora Vivienne Westwood.
Lo mismo hizo la modelo y actriz británica Naomi Campbell, con un vestido largo y abrigo de piel blancos.
Campbell fue la sorpresa de la noche pues anunció tan solo dos horas antes del inicio (22.00 hora local) del baile su participación, cuando a las 20.00 hora local tuiteó que había aterrizado en Viena para ir a la gran fiesta.
La modelo fue la invitada de Kathrin Glock, la esposa del fabricante de armas Gaston Glock (creador de las pistolas Glock).
Otra de las conocidas personalidades en esta edición número 59 del evento fue el actor austríaco Helmut Berger, conocido sobre todo por su participación en varias películas de Luchino Visconti.
Debido a una rotura del tobillo, Berger llegó en silla de ruedas, con las uñas de los pies de su pierna herida al aire, pintadas de rojo.
Después de la clásica entrada de los jóvenes debutantes, cantantes líricos y bailarines protagonizaron el espectáculo de inauguración.
Aquí, la estrella internacional fue el barítono español Carlos Álvarez con el aria “Finch’han dal vino, calda la testa”, conocido más como “Aria de Champán”, de la ópera Don Giovanni de Wolfgang Amadeus Mozart.
El Ballet Estatal de Viena actuó en blanco brillante y plata, y, entre otros, danzó al son del “Kaiserwalzer” (El vals del emperador) de Johann Strauss hijo, en una coreografía en la que la solista, Ketevan Papava, encarnó a la princesa Elisabeth, Sisi.
Precisamente fue el marido de Sisi, el entonces joven emperador Francisco José, fue el iniciador de este evento, pues en 1854 dictaminó que el nuevo teatro lírico de la avenida del Ring, no se usara únicamente para óperas y ballet, sino también para bailes.
La tradición, aunque con interrupciones, se ha mantenido hasta hoy y ahora es el presidente de la república alpina, Heinz Fischer, quien inaugura lo que ha calificad como “la fiesta más austríaca de las fiestas”.
Tras escuchar la esperada llamada del “alles walzer” (todos al vals), cientos de parejas inundaron el patio de butacas convertido en una pista de baile para moverse juntos al compás de la música ligera del siglo XIX.
Criticado por algunos como anacrónico, “el baile de todos los bailes”, como también se le conoce, sigue siendo un acontecimiento clave para la alta sociedad y todo el que es algo, o pretende serlo, en Austria.
Pero no es lo adecuado para las personas castigadas por la crisis: este año la entrada más barata (sin asiento) fue de 250 euros, y por el palco más caro, con capacidad para ocho a diez personas, se pagaron 18.500 euros.
Pese a estos precios, todas las entradas se vendieron con antelación y un total de 5.150 personas, de obligatorio frac los hombres y vestido largo las mujeres, acudieron a la casa lírica de la avenida del Ring.