En los 19 municipios con guardias legalizados, un número superior a los 4 mil solicitantes rechazados por la Fuerza Rural se quedaron varados a su suerte. Ahora sus líderes son comandantes adscritos al gobierno y están bajo control. “No puedo dar entrevistas”, externa uno de ellos en Tierra Caliente, con el rostro tenso.
En la región hizo mella el encarcelamiento de Mireles y, previamente, la aprehensión del dirigente limonero Hipólito Mora.
En los municipios legalizados en los que se aceptaron “arrepentidos”, como Apatzingán y Buenavista, el escenario es de convulsión. En los que fueron rechazados, como Aquila, Coahuayana, Los Reyes y Tepalcatepec, tanto legales como no legales buscan hacer un frente común.
Sin embargo, la orden federal de no sumar autodefensas en las acciones de los legalizados, a pesar de que están rebasados, les provoca un sentimiento de impotencia.
Los recelos y la desinformación también afloran entre la masa insurrecta en municipios como Coalcomán, que se quedó sin interlocutores.
El 5 de octubre, en el auditorio de la cabecera municipal de Coalcomán, 150 autodefensas —agricultores, comerciantes, trabajadores de aserraderos— arribaron, la mayoría de la sierra, sin armas largas. Algunos, dicen, sí cargaban pistolas ocultas por seguridad, pues “malandros” como El Toñón, El Pelón y El Scooby se esconden en las montañas y pueden atacarlos.
En la reunión eligieron a nuevos líderes en la cabecera municipal y acordaron hacer lo mismo en cada comunidad para responder así a embates del cártel o a casos de compañeros detenidos o desarmados.
Al frente del grupo quedó Joel Guillén, quien precisó que no se trataba de una división con los legalizados, sino “para tener más fuerza porque nosotros somos uno solo”.
Otro de camisa de cuadros soltó en corto: “Tenemos que unirnos para cuando se vengan los putazos”.