Un albañil italiano que estuvo casi ocho meses secuestrado en Libia junto con tres colegas sufriendo de hambre, sed y golpizas, reveló a la prensa el lunes que escapó gracias a un clavo que utilizó para aflojar lentamente la cerradura del marco de una puerta de madera.
“Digamos que trabajé mucho en esa puerta. Comprendí que un clavo puede hacer muchas cosas”, dijo Filippo Calcagno a la prensa fuera de su casa en Piazza Armerina, Sicilia, donde llegó el domingo después de haber escapado el viernes.
Calcagno dijo que en cierto momento le dijo a Gino Pollicardo -otro secuestrado que permaneció con él luego de que otros dos italianos fueran llevados días antes- para que le ayudara a patear la puerta para abrirla. Calcagno dijo que tuvieron suerte de encontrar una segunda puerta abierta fuera y aunque se preocuparon de que “otro grupo pudiera llegar y llevarnos”, lograron salir a la calle y pedir ayuda a la policía.
Los cuatro fueron secuestrados en julio y permanecieron juntos hasta el 1 de marzo, cuando sus secuestradores afirmaron que habían negociado su liberación y se llevaron a los otros dos. No les dieron una explicación clara de porqué fueron separados. Calcagno y Pollicardo apenas se enteraron a su regreso a Italia el domingo que los otros dos fueron asesinados. Sus cadáveres siguen en Libia.
Tanto Calcagno como Pollicardo -quien habló con la prensa cerca de su hogar en Liguria- dijeron que desconocían a quién estaban afiliados sus secuestradores, a quienes ambos calificaron de “criminales”.
Calcagno dijo que fueron golpeados durante su cautiverio y que sus secuestradores con frecuencia no les daban de comer, al parecer cuando no iban bien las negociaciones para su liberación. Dijo que desconocía si se pagó un rescate.
Durante su detención, “hablamos de todo, de lo que pensábamos que haríamos al regresar”, dijo Calcagno.
Pollicardo dijo que estaba en buen estado físico, pero que “psicológicamente será más difícil”.
Los cuatro italianos trabajaban para la empresa de construcción italiana Bonatti cuando fueron secuestrados cerca de un complejo industrial propiedad del gigante energético Eni en Mellitah, una ciudad en el oeste de Libia. Su última detención fue en la conflictiva ciudad occidental de Sabratha, sitio de fuertes enfrentamientos recientes mientras milicianos del grupo Estado Islámico han intentado tomar la ciudad.