Los fanaticos religiosos son las fuerzas de elite del grupo Estado Islámico. Fanáticas y disciplinadas, se infiltran en ciudades de Siria e Irak, provocan el caos y pelean a muerte. Llevan cinturones explosivos para inmolarse en medio de sus oponentes si se ven derrotadas.
El EI los llama “Inghemasiyoun”, que en árabe significa “los que se sumergen”, una especie de unidad de elite paralela a sus fuerzas regulares a la que debe muchos de sus éxitos asombrosos en el campo de batalla.
Un video del grupo descargado recientemente en el internet mostraba una unidad que se preparaba para tomar por asalto -cosa que logró- la ciudad de al-Sujna en el centro de Siria. “¡Victoria o martirio!”, gritan los combatientes de pañuelo azul atado a la cabeza, formando un círculo alrededor de su comandante mientras juran su fidelidad a Dios y que jamás retrocederán.
“Provocan el caos y luego inician su principal ofensiva terrestre”, dijo Redur Jalil, vocero de las Unidades de Protección del Pueblo Curdo, una organización respaldada por Estados Unidos que ha encabezado una serie de victorias contra el EI en Siria.
Conocido principalmente por las atrocidades cometidas, el grupo Estado Islámico ha demostrado ser una fuerza de combate altamente organizada y flexible, según altos oficiales militares y de inteligencia iraquíes y comandantes sirios curdos en el frente.
Es creativo en sus tácticas, ya sea al aprovechar una tormenta de arena para ocultar una ofensiva o mandar a un francotirador solitario a lo alto de una palmera para disparar a los soldados que pasan. Sus fuerzas alternan entre la guerra convencional y de guerrillas; utiliza esta última con el fin de desgastar a sus enemigos antes de lanzar el ataque masivo apoyado por vehículos blindados, Humvees e incluso artillería.
Los combatientes emplean la bomba suicida como táctica en el campo de batalla para atravesar las líneas enemigas y provocar desmoralización, y la afinan con el fin de lograr la máxima eficacia. Recientemente reforzaron el blindaje de los vehículos para impedir que el fuego enemigo mate al conductor o detone los explosivos.
Llevan esas estrategias a nuevos frentes, como Egipto, en el espectacular ataque la semana pasada de una milicia vinculada con el EI al ejército en la península del Sinaí.
Andreas Krieg, profesor del King’s College de Londres que observó a los combatientes curdos en el campo de batalla, dice que los comandantes locales del EI reciben órdenes acerca de los objetivos, pero tienen libertad de tomar las medidas que crean convenientes para lograrlos. En cambio, dentro de las rígidas jerarquías siria e iraquí, los oficiales temen actuar sin aprobación explícita.
Los combatientes del EI son sumamente disciplinados: la ejecución inmediata es la pena por desertar de la batalla o dormirse en el puesto de guardia, según oficiales iraquíes. Además están bien equipados con las armas saqueadas a las fuerzas de Irak.
El EI se destaca por su capacidad para librar varias batallas simultáneamente, dijo el teniente general iraquí Abdul-Wahab al-Saadi.
“En el ejército iraquí sólo podemos librar una sola gran batalla por vez”, dijo al-Saadi, que fue herido dos veces el año pasado al frente de las fuerzas que tomaron las ciudades clave de Tikrit y Beiji.
Las atrocidades cometidas por el grupo son en cierta medida una táctica para sembrar el terror en el enemigo. Decapita a los soldados capturados y descarga videos de las ejecuciones en el internet. Para elevar el valor que le proporciona el generar miedo, videos recientes mostraron a cautivos enjaulados a los que se hacía descender a una piscina para que se ahogaran, y otros a los que les volaban la cabeza mediante un collar explosivo.
Se calcula que hay entre 30.000 y 60.000 combatientes del EI en Irak y Siria, según oficiales iraquíes. Ex oficiales del dictador derrocado Saddam Hussein les han ayudado a organizarse. Yihadistas veteranos de Afganistán, Chechenia o Somalia aportan una experiencia valiosa.
Los extranjeros que se enrolan en el EI suelen acabar como suicidas. “Hay gente que va al Estado Islámico con el deseo de morir y el Estado Islámico les complace gustosamente”, dijo Patrick Skinner, un ex agente de la CIA y ahora empleado del Grupo Soufabn, una compañía privada evaluadora de riesgos geopolíticos.
Estas tácticas le permitieron al grupo barrer el norte y oeste de Irak hace un año y capturar Mosul, la segunda ciudad del país. Poco después, el líder del EI, Abu Bakr al-Baghdadi, declaró un “califato” en sus territorios de Irak y Siria.
En mayo tomó Ramadi, la capital de la gran provincia occidental de Anbar. En Siria tomó la ciudad central de Palmira.
Las fuerzas de choque cumplieron una función crucial en la toma de Ramadi. Primero, golpearon las posiciones del ejército con una ola de ataques suicidas. Luego entraron los combatientes en medio de una tormenta de arena. Las fuerzas iraquíes huyeron al aparecer una fuerza mayor del EI.
Con los ataques aéreos liderados por Estados Unidos en Irak y Siria, el grupo ha perdido movilidad y terreno. Fuerzas iraquíes y milicias chiíes retomaron algunas ciudades, como Tikrit. En Siria, los combatientes curdos respaldados por los ataques aéreos estadounidenses retomaron la ciudad fronteriza de Kobani luego de semanas de combates intensos. Posteriormente, el EI perdió Tal Abyad, otra ciudad fronteriza siria.
A pesar de esa derrota, las fuerzas de choque del EI volvieron a atacar Kobani el mes pasado. Unos 70 combatientes enfrentaron a una fuerza curda mucho mayor durante dos días. Todos cayeron, pero antes lograron matar a 230 civiles, incluidos un centenar de niños, y más de 30 combatientes curdos. Al mismo tiempo, atacaron Tal Abyad, donde pelearon durante días hasta morir, y Hassaké, en el noreste de Siria, donde siguen resistiendo.
“Su plan no era partir con vida”, dijo el comandante curso Ghalia Nehme acerca de los combatientes de EI en Kobani. “Parece que anhelaban el paraíso”.