¿Cuantos años tiene? Nadie sabe. Eso no se le pregunta a una dama. Menos a un bar. Los más escépticos afirman que el negocio dejó de ser rentable hace 20 años, pero que funciona gracias a la inercia de la soledad y el trabajo.
Afuera no hay mucha gente salvo el portero y alguna de las chicas que sale a fumar. El Barba Azul es un cabaret mítico en el corazón de la Colonia Obrera, a menos de diez minutos del centro de la Ciudad de México.
En la oscuridad del antro conviven y conversan algunas chicas lánguidas sobre la mesa, vestidas y maquilladas para la ocasión, celular en mano, revisando los mensajes mientras esperan a los clientes del lugar. Clientes que sientan varias chicas a su mesa y les invitan algo: beber, conversar, bailar. Todo tiene un precio claro, ya que es el sustento de esas mujeres y sus familias.
Las chicas, que las hay de todas las edades, aunque no sea necesario preguntarles cuántos años, no deben pagarle nada al bar por usarlo para trabajar. La Ley Contra la Trata de Personas eliminó al patrón como gestor del trabajo sexual y habilitó su ejercicio de manera independiente.
El bar gana con la barra y la puerta, y sobrevive gracias a que las chicas atraen a los clientes.